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Vengo de Santo Tirso, vengo mojado

● Polo Fuertes ►Jueves, 24 de mayo de 2012 a las 9:34 Comentarios desactivados


Leo con profunda satisfacción la noticia de que este año un grupo de juntas vecinales intentan sacar adelante la afamada romería de Santo Tirso, cuya celebración quedó interrumpida hace más de sesenta años. Eran tiempos difíciles después de una guerra incivil y las economías no estaban para romerías de alto standing y fue quedando en el olvido. Bravo por esas entidades menores y mí apoyo total. Lástima que hace 26 años no se pusiesen de acuerdo para recuperarla de la mano de la celebración del Milenario de la iglesia de San Salvador. Pero, adelante con los faroles.

Por aquel entonces, 1986, año en el que se celebró el milenario de la iglesia parroquial de San Salvador, no me acordaba muy bien de la multitudinaria romería de Santo Tirso, a la vera del río Órbigo, entre Mestajas y las pedanías de Navianos de la Vega y Altobar de la Encomienda. Pero la idea había surgido en los interiores de la Junta del Milenario y la sociedad recreativa Círculo Mercantil, con toda la contundencia. Un binomio que había sacado y sacaría adelante a lo largo de aquel año otras tradiciones olvidadas o perdidas.

Apenas me acordaba, porque la vez que estuve en aquella romería andaría los seis o siete años. Sin embargo, pertenecía al grupo de entusiastas que de la mano del párroco Arturo Cabo, el cronista oficial de La Bañeza, Conrado Blanco y el presidente del Círculo Mercantil, Agustín Carracedo, la vuelta a la celebración estaba asegurada. Mis recuerdos, digo, se referían sólo a que íbamos en tren por la mañana, hasta Valcabado del Páramo y después bajábamos el encinar de Mestajas hasta la orilla del Órbigo, muy cerca del embarcadero del que salía la barcaza que unía aquel campal con Navianos de la Vega, donde se levantaba una ermita bajo la advocación de Santo Tirso.

Después de hacer varios viajes a la pradera donde ubicábamos el templo, Arturo, Conrado, Agustín y varios directivos del Círculo Mercantil, nos pusimos en marcha, para que, a primeros del mes de julio (el día seis, concretamente), volviera a celebrarse la romería de Santo Tirso, contando con los pueblos de la contorna, en especial Navianos, pedanía a la que pensábamos pertenecía aquel campal. Pero nos equivocamos.

Con tal motivo, requerimos la sabiduría de uno de los historiadores de la comarca más importantes, como era el académico de la Real Academia de Historia, Don Augusto Quintana Prieto, para que nos pronunciara una conferencia sobre aquella romería perdida.

Una conferencia que abarrotó los salones del Círculo mercantil, en la que Quintana Prieto describió, no solo la romería en sí, a la que había asistido varias veces, porque era hijo de la contorna, sino además, relató la historia de aquella tradición, que se remontaba al siglo X.

Existía una iglesia dedicada a Santo Tirso, describió Don Augusto, que databa del año 962, alrededor de la cual se celebraba la romería. Una fama cuajada de leyendas, entre las que había que destacar la fama de milagrera que se ostentaba en aquella celebración, Milagros que iban desde curaciones de todo tupo, hasta la fama de casamentero y dadivoso de fertilidades que tenía Santo Tirso. En recuerdo de aquellas curaciones existía una cámara con innumerables recuerdos, exvotos de cera de estas curaciones. Mozas y mozos pedían al santo allanar los casamientos y la venida pronta de hijos, para cual, los interfectos pasaban por el ‘agujero’, existente en la nave derecha del tempo.

La confusión por parte nuestra, al no saber qué junta vecinal era la propietaria del campal y las diferencias entre las entidades menores de Navianos y Altobar, que en algún momento llegaron a tener palabras mayores, hizo fracasar aquel primer intento. Al final, como colofón de los preparativos llevados a cabo, aquel año, y por una vez, celebramos Santo Tirso a orillas del Órbigo, en el puente Paulón, con misa de campaña, presidida por una imagen del santo aparecida en la iglesia de San Salvador.

Misa cantada por la Coral del Milenario y alrededor de una montaña de viandas, y amenizado el día por los sones del tamboril y la dulzaina, que con las jotas de rigor se interpretaron canciones que los más mayores recordaban de aquella antiquísima romería de Santo Tirso en Mestajas. Tales como “Vengo de Santo Tirso, / vengo mojado, / con la manta del burro / vengo tapado…”. O aquella que empezaba: “A la entrada del pueblo que cantaremos / que nos pongan las sopas que ya lleguemos. / Todo nos lo robaron, / no nos dejaron nada. / Nos llevaron el burro / también la albarda. / Todo nos lo llevaron…”.

Nunca es tarde si la dicha es buena. La intención está ahí. Suerte, mucha suerte. Aunque, por desgracia, ya no tendrán la ermita de Santo Tirso, ni el ‘agujero’ para mozas y mozos casaderos o darles fertilidad para tener buena prole. Que así sea.

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