En el sexenio revolucionario (1868-1874), primer intento –fracasado y efímero- desde la burguesía progresista y las clases medias de establecer en España una democracia moderna, se practicó en materia de educación una política ampliamente liberal y secularizada. La Primera República creó Institutos locales libres de segunda enseñanza en Ponferrada (en 1870), Astorga (1869-1870) y León (en 1872); aquí se abrieron, también y animadas por la Junta de Damas, escuelas dominicales para la educación de la mujer en la segunda mitad de 1869, y escuelas de adultos, además de en la capital, en Bembibre y en otros lugares.
En 1876 el analfabetismo alcanzaba en España entre el 75 y el 80% de la población, y estaban sin escolarizar el 60% de los niños en edad escolar. Cuatro años más tarde existen en el partido bañezano 123 escuelas, y se habían mejorado las de la villa cabeza de comarca pero no las de sus pueblos (no al menos de manera generalizada) a pesar del gran esfuerzo que entonces se estaba realizando para construir edificios, reparar los existentes, y dotar a los centros de mejores medios materiales.
Hay en 1884 para sus 124 pueblos 90 escuelas, 24 elementales de niños y 19 de niñas; 4 incompletas de niñas, y 43 mixtas infantiles. Es precaria la situación en la capital provincial para la enseñanza primaria, por lo que mucho más habría de serlo en los restantes municipios, y en La Bañeza aquel año, siendo alcalde constitucional Joaquín Núñez Franco, y con un elocuente discurso de don Manuel, cura párroco de Santa María de la Plaza, se inaugura en un lateral de la Plaza de los Cacharros el magnífico local de las Escuelas de la Villa (“luminosas, ventiladas e higiénicas, y bien dotadas”) levantadas sobre el solar de un antiguo cuartel (se proyectaba erigir también en él un Palacio de Justicia, algo que no se hizo y que en los años 30 del siguiente siglo, allí y en la capital, se consideraría necesario y en vano se trataría de obtener). Recordaba el clérigo en su plática las condiciones de la escuela única (“niños, niñas y párvulos casi lactantes”) que sesenta años antes existía en los bajos de la Casa Consistorial: “tugurio humilde y local raquítico sin luces ni ventilación, cuyo techo se alcanzaba con la mano, suelo de tierra que emanaba efluvios deletéreos, y paredes desnudas de toda clase de menaje para la instrucción”. Aquel mismo año contaba Santa María del Páramo con una escuela elemental de niños y otra de niñas, dotadas con 2.062,50 pesetas, para las que se concedía subvención el siguiente, nombrándose en mayo de 1886, “en virtud de oposición”, para la segunda a la maestra Elvira Mounguiria y Santa Marta, que se ausentó al poco de tomar posesión de la plaza, sin que hubiera vuelto por el pueblo al menos al cabo de tres meses, dejando la escuela en completo abandono, “un escándalo que se mantiene por las influencias superiores de las que goza la maestra”; en abril de 1889 volvía a anunciarse vacante aquella escuela. En 1907 se constituirá en otro rincón de la misma plaza bañezana el Colegio de las Monjas Carmelitas de la Caridad de la Enseñanza, en el que había puesto no poco empeño don Julián de Diego y Alcolea, conocido en su día como “el obispo de los obreros”.
Tiene la villa escuela de primera y de segunda enseñanza en 1886, según la Guía del Antiguo reino de León, de Emilio Valverde y Álvarez, y cuentan con escuela todos los pueblos del recorrido que en su partido sigue la carretera Madrid-Coruña, así como Veguellina, Santa María de la Isla, y muchos otros. El año siguiente se funda en Astorga un Colegio de Segunda Enseñanza dirigido por José Carceda y por Luís Luengo, y dos antes, en octubre de 1884, se instalaban los Agustinos en Valencia de Don Juan para iniciar tres más tarde la enseñanza en su Colegio-Seminario (solo ya lo segundo desde 1918), una construcción del maestro de obras Rogelio Cañas que se iniciaba el 31 de enero de 1883 sobre los solares de la antigua parroquia de Santa María, incendiada irreversiblemente en 1842, y del desamortizado monasterio de Santo Domingo, entonces utilizado como cárcel pública. En septiembre de 1889 es maestro desde casi cinco años antes Pedro Rubio Cadierno en el pueblo de Jiménez de Jamuz.
Ya en 1877 se había establecido otro colegio en La Bañeza, en la calle Astorga, a cargo de Toribio Moro Villasol, y se avanza en tal año una situación, la del interés que tradicionalmente ha mostrado la provincia de León por la enseñanza (que volverá a ser motivo de elogio por el periodista y pedagogo Luís Bello en 1926 en su obra Viaje por las escuelas de España), de la que informa Gumersindo de Azcárate en un artículo en el periódico leonés La Democracia con datos como los de ser entonces analfabetos tan solo el 16% de los electores provinciales, y el 3% en la Montaña, cifras inferiores a algunos estados de Norteamérica, e incluso en el segundo caso a las del estado de Nebraska, el de más bajo índice de la Unión (en Villablino, en 1925, con 5.060 habitantes, hay 16 escuelas nacionales y 6 más particulares, y saben leer y escribir todos los mozos del reemplazo), o el de que en 13 ayuntamientos rurales no se da analfabetismo en sus electores, existiendo en la provincia 1.326 escuelas (solo Asturias, con mucha más población, la supera), a las que acuden 38.123 alumnos, cuando la media provincial en el país es de 500.
En octubre de 1893 es nombrada maestra para Roperuelos del Páramo, con 500 pesetas de haber anual, María Juana de la Debesa. En noviembre se nombran por la Junta de Instrucción Pública maestros interinos Manuela Fariñas para San Justo de la Vega, y José Lobato para Miñambres. En 1894 es María Milagros Morellón maestra en Santa María del Páramo (continuaba siéndolo en 1900, dice La Escuela, “órgano oficial de la asociación provincial y defensor constante de los intereses del Magisterio Leonés”, al que está suscrita), destinándose allí en mayo de 1895 al maestro de primera enseñanza Benito León Miranda (se jubilará en la misma escuela en enero de 1935), colaborador de El Porvenir de León, que lo noticia entonces. A finales de enero de 1898 se anuncia concurso para las escuelas incompletas de niñas de Santa Colomba de la Vega, San Cristóbal de la Polantera, y Riego de la Vega, todas con 275 pesetas; las incompletas mixtas de Navianos de la Vega, con 400 y de Villaestrigo con 375; y la temporera de Santa Elena de Jamuz con 250 pesetas. Eran en febrero de 1899 maestros en las escuelas públicas de Zotes del Páramo Jesusa Rosalía Rebollo de la de niñas, y Francisco García de la de niños, y por entonces ya llevaba algunos años dando escuela en La Bañeza la maestra Anselma Jesusa Blanco García (hermana del fraile agustino Francisco Blanco), a donde llegaría destinada desde Astorga, casándose más tarde con Isidoro Valderas, acaudalado comerciante de tejidos (“nacionales y extranjeros”) del lugar, que se ocupará cuando enviude de él al final de aquel año de regentar el establecimiento “El precio fijo”, situado en el inicio de la calle del Reloj.
Del libro LOS PROLEGÓMENOS DE LA TRAGEDIA (Historia menuda y minuciosa de las gentes de las Tierras Bañezanas -Valduerna, Valdería, Vegas del Tuerto y el Jamuz, La Cabrera, el Páramo y la Ribera del Órbigo- y de otras localidades provinciales -León y Astorga-, de 1808 a 1936), publicado en 2013 en Ediciones del Lobo Sapiens) por José Cabañas González. (Más información en www.jiminiegos36.com)