El idealismo transcendental de Schelling, hacía 1800, encuentra la síntesis de naturaleza y espíritu en la intuición artística. El movimiento romántico buscó la naturaleza acercándose a ella a bordo de aquellos trenes mastodónticos que lanzaban inmensos bufidos de humo y vapor, buscando paisajes desconocidos y alejados en busca de lo sublime en la naturaleza, término estético nuevo, acuñado con fuerza por esta generación transgresora definido, en un principio, como el efecto psicológico de atración-repulsión que, por su magnitud, impresiona sobremanera a la imaginación, despertando sentimientos miedo, vértigo vacío que una vez controlados se convierten en admiración ante lo grandioso. Para los románticos las montañas y precipicios eran uno de sus temas favoritos, como podemos recordar en el cuadro “El caminante frente al mar de la niebla” de Friedrich.
Este preámbulo me sirve para introducirme en la cuidada exposición de Luis Prado Allende, presentada por el Club de Montaña Teleno en la sala de exposiciones del Centro Cultural Infanta Cristina durante este mes de noviembre. Hoy, acudí a ver la exposición. Estaba yo solo en la sala y esto ayudó a crear la sensación de sublimidad ante los hermosos cuadros de montaña que me rodeaban. Muy bien montada y bien iluminada, desde el centro de la sala, girando sobre mí mismo, fui pasando de un paisaje a otro para comprobar ese ilusionismo que solo el arte puede darnos. Apreciar lo bien trabajada que está la profundidad en cada cuadro, difuminando los fondos, tamizándolos, a medida que nos alejamos. Controlando las sombras y sobre todo la gran gama de blancos que propia la nieve, reservando el blanco puro solo para los destellos de luz. Hay pocos elementos, solo un refugio de montaña, que nos permitan comparar con la medida humana, pero no nos son necesarios para poder apreciar la grandiosidad de los paisajes.
Obra de Luis Prado Allende
Voy del centro de la sala hacia los cuadros y los recorro, uno a uno, comprobando la pincelada enérgica, nada relamida, dejando para el ojo del espectador la mezcla de colores. Aprecio el aire entre los picos y valles y los destellos sobre los riscos, consiguiendo las maravillosas luces de nuestras montañas.
Imagino que el pintor es montañero y ha pisado los lugares que pinta, que se ha impregnado de ellos antes de pintarlos y ha sentido el sentimiento estético de lo sublime que se produce cuando uno se siente tan pequeño ante la grandeza inabarcable de la naturaleza. Los miembros del Club de Montaña Teleno, saben de lo que hablo, han pisado todos esos paisajes pues no en vano llevan muchos años recorriendo y amando nuestras montañas y viniendo cada año, en estas jornadas, a contarnos sus experiencias acompañados de especialistas en el tema. Aún recuerdo a un jovencísimo Jesús Calleja cuando nos mostró el valle del Zanskar, en alguna de las primeras jornadas.
Me ha gustado mucho la exposición. Ha sido un acierto su programación en estas Jornadas y desde aquí, recomiendo a todos los aficionados a la montaña y a la pintura, a todos los curiosos que quieran disfrutar de estos hermosos paisajes, que no se la pierdan, pueden verla hasta el día 26. Gracias al Club Teleno y la Luis Prado Allende por hacernos disfrutar del sentimiento estético de lo sublime contemplando estas montañas desde la comodidad de la sala de exposiciones.
