Desde hace más de cuatro años tengo ya decidido a quien no tengo que votar. Así, que ni se te ocurra, no me hables de elecciones. Estoy ya hasta el gorro de la precampaña, como ahora aguantar otros quince días más de campaña. Ni se te ocurra.
Como diría mi buen amigo Policarpo Navarro Sánchez, hay que echar de las instituciones a este ganado, a esta gente que ha subido en la desesperación de las encuestas a los políticos hasta el segundo lugar de preocupación, después del paro. Que esa es otra.
Ya digo, desde hace más de cuatro años, después del debate entre dos pesos pesados de la economía nacional como, eran el entonces ministro de la cosa, Pedro Solbes y el por aquellos años, presidente de Endesa, Manuel Pizarro. El buen profesor Solbes se desentendió de los datos que le estaba dando Pizarro para ponerlo a caer de un burro y llamarlo visionario. Sin embargo, Don Manuel acertó de plano en sus predicciones para desgracia de los ahora cinco millones de parados, mientras Don Pedro y el todavía flete de la Moncloa seguían negando la crisis, porque decir lo contrario era de antipatriotas.
Sí, amigo Navarro Sánchez, hay que echar a este ganado de las instituciones. Y si en el 2007 no voté al seudo partido socialista, con más razón lo tengo este año. No, por Dios, ni se te ocurra, no me hables de elecciones. Ya cierro bastante los ojos para no ver carteles en las paredes invitando al voto, para que vengas tú ahora hablando de las bondades de unos y de otros y de los de más allá.
Que por cierto, estos de más allá, que a lo mejor podían encabezar la regeneración política, no figuran en las encuestas de la provincia. Así que son lentejas, o votas al PSOE (que ya hasta el mismo Zapatero sabe que no lo voy a votar) o votas al PP para que no se pierda el voto.
Dilema habemus. Quizá, si se acordaran después, tanto un partido como el otro, cuando estén en el machito durante los próximos cuatro años, de los administrados, pondrían desde el principio encima de la mesa de las decisiones la modificación de la Ley Electoral, abriendo las listas del Congreso, algo parecido a como están ahora las del Senado. Bien poco pido. Pero como no voy a desvelar mi voto (solo al partidorrete al que no votaré), seguro que no tendré opción a protestar después para que la apertura de candidaturas sea una realidad dentro de cuatro años.
Entonces iba a ser el rechinar de dientes y el crujir de huesos, a poco que tu patrocinado votado se desviara de lo que había prometido o simplemente promovido. Ahí está la verdadera regeneración política que ahora nos trae de cabeza en nuestra lista de preocupaciones, después del paro.
Una regeneración política que se llevaría por delante toda la sobrecarga de de sueldos escandalosos, tantos los cobrados como los consentidos y aprobados, así como corrupciones de baja y alta monta. Una regeneración que tendría muy en cuenta su carga para mantener el cargo y terminaría con una precampaña electoral de cuatro años. Porque a poco que se desviara de la línea, vade retro, iría de cabeza a las tinieblas exteriores.
Por supuesto, ya te digo amigo lector, no se me ocurrirá escuchar, oír, atender, entender, cuchichear, criticar, comentar un debate a dos bandas o un debate a cinco o seis candidaturas. No señor, no me va a llamar Dios por esos caminos de retorcidas cantinelas. Me quedaré mirando el humo de la chimenea de la fábrica azucarera bañezana, que es la mejor veleta para saber de donde viene el viento.
Viento del este o de oeste. Porque para veletas ya tenemos a nuestros políticos, a esos animales racionales e irredentos que siguen pensando que este país, que esta provincia, que esta ciudad es Jauja para seguir viviendo de la sopa boba.
Así que ni se te ocurra, no me hables de política. Ya tendré que escuchar, sin quererlo, chorradas de monja vieja a poco que no haga el cambio de canal del televisor con la diligencia debida. ¿Entendido?
El patio de mi casa es particular, cuando llueve se moja como los demás. Agáchate, cúbrete, cuerpo a tierra, a las trincheras, que empezó la campaña electoral. Mecagüenlaaaa.