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Los antiguos antruejos en tierras bañezanas (y II)

● Ibañeza.es ►Lunes, 17 de marzo de 2014 a las 9:08 Comentarios desactivados


Años después, prohibidos los carnavales como tantas otras cosas durante tanto tiempo, eran muy reducidos los disfraces que se paseaban por los soportales de la Plaza, más para esconderse de la autoridad que para guarecerse de las inclemencias de febrero, guardando como castillo numantino resistente a toda interdicción gubernativa, a pesar de todo y de la severidad del franquismo, el sagrado fuego de la libertad de la fiesta durante los casi 40 de dictadura, en los que raro fue el año en el que en las calles de La Bañeza no se viera alguna representación de la bufonada pecadora e insultante, sacudida por la fusta del poder, camino del encierro en la trena benemérita o en “la perrera” (la Prevención municipal) o de la multa por romper la competente proscripción, cuando no había que salir pitando para llegar a la estación al paso del tren correo de Madrid y bajarse en el siguiente apeadero para regresar andando a la ciudad, o bajar corriendo desde aquella estación hasta la Plaza sorteando la persecución y el peligro de acabar detenido en el cuartel, y ello hasta los últimos estertores de la represión, en que los tradicionales antruejos se revistieron nominalmente de “Fiestas de Invierno” para burlar o disfrazar así la mala conciencia represora de los entonces mandamases del Movimiento local y provincial, a los que ya en la posguerra se había enfrentado una emblemática mujer, madre soltera llamada Encarnación Rodríguez Martínez (Encarna) y apodada “la Charra” y “Flor del Té”, instigadora y gran sacerdotisa del Entierro de la Sardina, pretendiendo que el Carnaval Bañezano se mantuviera en aquellos tiempos de prohibiciones y censuras del nacionalcatolicismo (empeño que le costaría dormir algún antruejo en la cárcel, a la que era conducida desde la vecina tienda que regentaba) después de haber sorteado los anteriores de otra dictadura, la de Primo de Rivera, en la que, en 1930 y ya moribunda, “el gobierno lo prohibía y la prensa de orden, que clamaba desde antiguo por su desaparición o por su apartamiento del centro de las villas y ciudades, instaba a las autoridades locales a que, secundando la medida, impidieran en lugares públicos las molestas mascaradas”.

Algunos otros datos espigados y correspondientes a los Antruejos de otros años:

El número del semanario bañezano El Eco posterior a los carnavales de 1908 informa del decaimiento y la tranquila calma que aquéllos mostraron, no obstante la presencia de la brillante Tuna Bañezana, el animado paseo en el Parador, y los concurridos bailes del Casino La Unión, el Liceo Bañezano, y los salones Laciana y el Relámpago.

La vida cotidiana siguió en los años 20 su curso a pesar de la falta de libertad y la censura, que no impidieron la invasión de cupletistas y compañías cómicas en los tablados de cafés y teatros. Las campañas de la prensa católica contra las varietés, los cafés cantantes y las casas de juego no consiguieron frenar la alegría de vivir propiciada por la prosperidad económica que acompañó al fin de la guerra europea, bonanza que trajo consigo los espectáculos, el cine, los deportes y la diversión, combatidos por el conservadurismo católico desde las Ligas contra la inmoralidad y la pornografía, los actos de desagravio por los carnavales, y los bandos gubernativos y las pastorales sobre la inmodestia en las costumbres que fijaban la separación de sexos y lo permitido en bailes, atuendos y excursiones.

Al final de febrero de 1931 en los salones de la distinguida sociedad Casino La Unión se celebró el Domingo de Piñata una cena americana servida por el Hotel Magín (después renombrado Hotel Madrid) y amenizada por la gran Orquestina Jazz Odón, y con tal motivo rememoran en La Opinión los antiguos y suntuosos “bailes de piña” de las madres y las abuelas tocadas con aquellos trajes de estrechísima cintura, con la sorpresa del regalo para la dama agraciada con la cinta de seda y las cintas trampa de varios metros de hiladillo de las que tiraba y tiraba la pareja desafortunada entre la hilaridad de los concurrentes, y la repetición al día siguiente de aquel otro al que invitaban los “Reyes de la Piña”, la pareja agraciada, que obsequiaba a los asistentes con un té o dulces y vinos generosos. Por cierto que aquel año, a propósito de “las escasas y ya manidas comparsas y de la poca animación de los bailes en las sociedades y en el Teatro y el Nuevo Salón”, se añadía que “poco a poco esta fiesta pagana va llegando a su término”.

En 1932, el alcalde Toribio González Prieto expone al vecindario mediante bando, muy similar por cierto al del alcalde de León, unas estrictas normas y prevenciones para la celebración de los carnavales de aquel año “dentro del buen orden y la moralidad” (en ellos se eligió, entre las cinco concurrentes al concurso de belleza, Señorita Bañeza 1932 a la quinceañera Aurita del Pozo López).

Finalizando el mes de febrero de 1933 y cercanos ya los carnavales (para los que se contratarán, como los años anteriores, unos tamborileros y el grupo Los Alegres para que actúen en la Plaza Mayor) se celebran en la bañezana Iglesia de Santa María (de igual modo también que los pasados años) funciones de reparación y desagravio a Jesús Sacramentado con ocasión de aquellas festividades mundanas, en las que en los tres días de carnestolendas (se dirá en el número de La Opinión del 26 de febrero) se celebrarán en el Teatro Seoanez por la tarde y por la noche grandes bailes de mascaras como en años anteriores.

El 5 de febrero de 1934 comenzaba en la valdornesa villa de Destriana un solemne novenario en honor del Sagrado Corazón de Jesús “como desagravio por las ofensas que recibe en estos días de carnaval”, informaba el corresponsal del católico semanario bañezano El Adelanto. Los antruejos transcurrieron allí con mucho jolgorio y algazara entre los jóvenes en el típico y muy animado baile, y con muy pocas máscaras, con lo que “se da por desaparecido el carnaval callejero, que bien ido sea”, se dice después de transcurridos.  En el pleno municipal bañezano del 28 de febrero se acordaba abonar 105 pesetas a los músicos Los Alegres por su actuación en los pasados carnavales.

Se resuelve en la sesión  municipal del 13 de marzo de 1935 abonar cuentas a las agrupaciones musicales Los Alegres y Los Gandules por sus actuaciones en las tres tardes del pasado carnaval. Los carnavales transcurrieron en Destriana con mucha alegría un año más, “pero Momo no habrá quedado muy satisfecho, dado el poco culto que aquí se le rinde; los enmascarados han abundado poco, con lo cual se da por terminado el carnaval callejero de antaño” (dice también de nuevo, un año más, El Adelanto), y lo que afirma no parece ser óbice para que también un año más “se desagravie al Sagrado Corazón por las ofensas que contra él cometen estos días los malos cristianos con la celebración de un solemne triduo”.

Los antruejos bañezanos de 1936 eran animados por los conciertos de la tuna astorgana Los Macacos (dirigida por nuestro paisano el ilustre “Chela” y acompañada en calidad de damas de honor por un grupo de simpáticas señoritas del Círculo Mercantil, según El Adelanto), además de por dulzaineros y por la comparsa musical Los Gandules (que repetía su asistencia), y a unos y a otros por su contribución festiva aquellos días destinaría la corporación sendas gratificaciones en metálico. Con escasa animación se celebraban las carnestolendas en Santa María del Páramo, que van decayendo de modo notable cada año, siendo bastante concurridos los bailes en los salones. Se dieron varios conciertos en el Café Llanes por inteligentes artistas que fueron muy aplaudidos, y visitó también la villa una muy bien organizada comparsa de Benavente (al decir de El Diario de León). En Astorga, el Casino y la Sociedad Lírica Astorgana anunciaban el día 25 los tradicionales bailes de estas fechas carnavaleras.

Del libro LOS PROLEGÓMENOS DE LA TRAGEDIA (Historia menuda y minuciosa de las gentes de las Tierras Bañezanas -Valduerna, Valdería, Vegas del Tuerto y el Jamuz, La Cabrera, el Páramo y la Ribera del Órbigo- y de otras de la provincia, de 1808 a 1936), recientemente publicado en Ediciones del Lobo Sapiens) por José Cabañas González. (Más información en www.jiminiegos36.com)

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