La Segunda República había reconocido la identidad leonesa como tal región cuando crea en 1933 el Tribunal de Garantías Constitucionales que prevé un representante de cada una de las regiones españolas, tanto las “autónomas” como las “no autónomas”, León entre ellas (conformada por León, Zamora y Salamanca). En el mismo año el bañezano Manuel Fernández y Fernández Núñez, que ya había aportado en 1919 su contribución teórica a la reflexión sobre “la descentralización, la autonomía, la mancomunidad, el regionalismo y la independencia” con la obra El problema del regionalismo en España (“De la descentralización surge la mancomunidad municipal; de la provincial o regional, la autonomía; y de este concepto la soberanía regional”, decía entonces), creó el grupo regionalista leonés Amigos de León, basado en la defensa del Fuero de León y de los intereses industriales, agrícolas y tradicionales de la región leonesa y en especial de la provincia “para que sea León quien rija sus propios destinos”, y con representación en todos los partidos judiciales, aunque el ideario y las aspiraciones autonomistas del Partido Republicano Autónomo Leonés (o Alianza Republicana), fundado por Ricardo Pallarés Berjón (presidente de la Diputación de León en 1931) y otros ya en 1912, y en el que habían militado, entre otros, Publio Suárez Uriarte, Alfredo Barthe Balbuena y Félix Sampedro Jíménez, no alcanzaron hasta ahora realización, y tampoco en la República ni en el tiempo posterior.
Surgía en 1934 el Grupo pro León, y en el mismo año la institución regionalista el Orfeón Leonés (la masa coral más antigua de España, creada en 1888 –o en 1886, según otros, con la inauguración del Círculo de Obreros Católicos-) estrenaba el Himno a León, con letra de José Pinto Maestro (su presidente, y director del diario conservador La Mañana) y música del bañezano Odón Alonso González (el director del Orfeón), y con motivo de la solemne celebración del quinto centenario de la gesta del Paso Honroso (para la que la comisión presidida por Mariano Domínguez Berrueta solicitó la contribución de los ayuntamientos, aportando el de La Bañeza 100 pesetas), al tiempo que se inauguraba el 22 de julio la Biblioteca Regional Leonesa, dependiente de la Diputación, a cuya Comisión Gestora propone desde El Diario de León José Marcos de Segovia (que firma Salvador Ferreras Mansilla) que se interese por adquirir para la neonata biblioteca las obras y un retrato del bañezano prócer nacional Padre Juan de Ferreras y García, teólogo y poeta, historiador, y Bibliotecario Mayor de la Academia Española que con el marqués de Villena fundara en 1713, que se sumarían en tal caso a los Apuntes para la historia del Partido Judicial de La Bañeza, de Manuel F. y Fernández Núñez, que él mismo acababa de donar.
El 1 de abril de aquel año daba en los nuevos y recién inaugurados locales del Orfeón Leonés una conferencia muy aplaudida sobre el tema “Estampas Leonesas” el mismo autor bañezano, excitando en ella a la unión para defender los Fueros leoneses, declarándose contrario al centralismo, y manifestando que “debemos ir a Madrid no a rogar sino a imponer nuestros derechos”. Dos días después Luís Corral y Fue abunda desde El Diario de León en proponer la creación de un Centro Leonés de Estudios Económicos. El leonesismo del que aquellos acontecimientos eran muestra se acrecentaba también por entonces en América, donde en el mes de julio, coincidiendo con la conmemoración de las proezas del Paso Honroso, se inaugura en el Centro Leonés de La Habana la Biblioteca Leonesa (de autores leoneses y asuntos de León) reunida desde 1927 por la Comisión de Intereses Morales y Materiales que entonces se crea merced a donaciones particulares y a la hecha por la Diputación, a cuya formación había también contribuido el contramaestre de la armada cubana y maragato Toribio Fernández, y aquí, con el comienzo de las fiestas de conmemoración de las hazañas del caballero Suero de Quiñones (un brillante acto de afirmación del ideal leonesista), se proclama que “hay que emprender una cruzada para rescatar los tesoros leoneses que están fuera de las tierras de León, como la documentación llevada de San Marcos (con manuscritos de Quevedo) que aún se halla en el Archivo Histórico Nacional sin abrir ni catalogar”. En el número extraordinario de septiembre de aquel año 1934 de la revista León del Centro Región Leonesa de Buenos Aires se incluían sendas colaboraciones de los bañezanos Manuel F. y Fernández Núñez y Nicolás Benavides Moro (uno de los citados como regionalista leonés por el sociólogo Díez Llamas).
Como un signo más de las frecuentes disputas entre leoneses y castellanos, en 1935, y auspiciado por la Universidad de Santander, se celebran las fiestas milenarias de la independencia de Castilla del Reino de León, con un marcado e implícito carácter de agresividad antileonesista (a las que los leoneses no podemos sumarnos, decía el 20 de marzo El Diario de León). En respuesta, León conmemorará el aniversario de las Cortes Leonesas, las primeras de España con las que León antes de que surgiese Castilla estaba ya forjando la nación, tal como proclama aquel Himno de la ciudad, oficial desde 1978 y que se toma a veces por el de la provincia.
A lo largo del año 1935 Clemente Vilorio, en la sección casi fija de El Diario de León (desde el 11 de febrero añadía “Por León y para León” bajo la cabecera) que titula “Leoneses y Castellanos” asumirá la defensa de León y de su supremacía histórica sobre Castilla, como ya había hecho (firmando C. Vilorio de Altobar) en 1914 reivindicando el renacimiento de la región más sacrificada (casi víctima) en aras de la unidad nacional y rehusando la integración de León con el mayor número de provincias castellanas en la regionalización administrativa de la mancomunidad de Castilla y León que entonces, en la estela de la constitución de la Mancomunitat catalana, con tardío y no muy decidido ánimo se propone (se desechaba al inicio de 1914, por la enérgica reacción de Valladolid, la iniciativa madrileña de poner en marcha una Mancomunidad castellana que uniría ambas Castillas excluyendo las provincias de León, Palencia, Salamanca, Valladolid y Zamora, por considerarlas leonesas), abogando por la restauración de los Fueros y Privilegios y por una Mancomunidad exclusivamente leonesa dentro de una Federación de las Regiones que pertenecieron a los monarcas leoneses: Galicia, Asturias, León y Extremadura, un planteamiento panleonesista que forma parte de los escasos habidos en la historia contemporánea.
En sus escritos de 1935 (pergeñados desde una clara vinculación con el catolicismo y la derecha) circunscribirá el territorio leonés a las provincias de Zamora, Salamanca, Valladolid (que “no fue nunca Castilla”), Palencia y la mayor parte de la de Santander (“un siglo pegados a Castilla nominalmente no vale tanto como once vividos realmente en León”), incluyendo desde luego toda la leonesa, y rebate y argumenta históricamente contra los que “continúan en el error de tomar a Castilla por León y a León por Castilla”, pues “a pesar de las burdas confusiones y de todos los errores históricos producidos por la nefasta castellanización de la última mitad de la edad media, León brilla en la Historia, y tan mal servicio se hace al pueblo castellano atribuyéndole grandezas ajenas, como al leonés arrebatándole las propias”, vindicando los hechos y símbolos identitarios de un pueblo leonés decadente que se redimiría con el leonesismo, sin atentar en ningún caso contra la unidad española, y ”sin entender que un mal leonés pueda ser un buen español”, en una militancia leonesista que como la de los otros escasos compañeros de ideal no dejaba de ser en el León anterior a 1936 excepción a la regla y predicación en un desierto de indiferencia, aunque ya en periodo electoral, en el manifiesto que el 27 de enero de aquel año presentan a la opinión pública leonesa los candidatos centristas Juan Castrillo Santos y Toribio Martínez Cabrera se señale su pretensión de “intentar un renacimiento del leonesismo para mantener vivo el espíritu regionalista a fin de que la provincia de León ocupe el rango a que tiene derecho por su condición de madre”.
Del libro LOS PROLEGÓMENOS DE LA TRAGEDIA (Historia menuda y minuciosa de las gentes de las Tierras Bañezanas -Valduerna, Valdería, Vegas del Tuerto y el Jamuz, La Cabrera, el Páramo y la Ribera del Órbigo- y de otras de la provincia, de 1808 a 1936), recientemente publicado en Ediciones del Lobo Sapiens) por José Cabañas González. (Más información en www.jiminiegos36.com)