El dictador Miguel Primo de Rivera creó en abril de 1924 una fuerza política al servicio de su régimen: la Unión Patriótica Nacional (UPN), un partido oficialista con la finalidad de hacer propaganda de su imagen y divulgar la ideología derechista y católica del sistema impuesto por la incruenta asonada militar de un año antes; a tal objeto llegó a contar con el apoyo de setenta periódicos oficiales. Es el propio autócrata el que marca la línea ideológica del nuevo partido: rechazo de la democracia liberal, desprecio del sistema parlamentario, unicameralismo corporativista, nacionalismo centralista antirregionalista, defensa de la religión católica, rechazo a la política de partidos, y anticomunismo. Él mismo definió a su creación como un “partido político, pero apolítico, que ejerce una acción político-administrativa”; como “un partido central, monárquico, templado y serenamente democrático, al servicio de ideales de orden y justicia”, y más adelante hizo para él una divisa: “Patria, Religión y Monarquía”, adaptación del antiguo lema triádico carlista “Dios, Patria y Rey”.
El día 17 de septiembre de 1923, cuatro después del pronunciamiento y golpe de estado el dictador creaba o extendía el Somatén, con el modelo del existente desde el siglo XI en Cataluña (desaparecido en el XVIII con Felipe V y resurgido en el XIX para colaborar con las fuerzas armadas durante la Guerra de la Independencia), “para garantizar el orden público y para la defensa y cumplimiento de la ley”.
El de León dependía, con Galicia y Asturias, de la VIII Región Militar. “Concurso de ciudadanos honrados, mayores de 23 años y de reconocida moralidad, comprometidos para la defensa del orden, sobre todo en el campo y pequeñas poblaciones, y que en caso preciso colaborarán con la Guardia Civil para el mantenimiento de la Ley”, su presencia se generalizó desde 1924 como milicia ciudadana armada (“usarán armas largas de su propiedad, y las autoridades militares concederán a los cabos, subcabos y escoltas de bandera el uso de armas cortas, disponía el artículo 5º del Real decreto que lo instituyó) auxiliar en la persecución de delincuentes y barrera en la contención del bolchevismo y de sus ideas disolventes. Por cierto que inscribirse y pertenecer a un Somatén fue entonces subterfugio socorrido para disponer de armas largas y de licencia para cortas, burlando así las disposiciones gubernamentales de desarme de una sociedad en la que abundaban ilícitamente en demasía (y seguirían abundando).
En 1926 la UPN estaba ya asentada en todas las provincias. En cada localidad se formó un Comité de Partido Judicial, que nombraba sus representantes en el Comité Provincial. Sus afiliados y adherentes ocupan los cargos en ayuntamientos, diputaciones y gobiernos civiles, y proceden primordialmente de los sectores más económicamente pujantes de la sociedad, en su mayoría de la burguesía agrícola, dirigentes de organizaciones católicas, componentes de la antigua oligarquía caciquil, mauristas, carlistas y antiguos liberales. Respecto al número de los que llegaron a engrosar sus filas, la revista del partido los cifró en torno a 1.700.000, aunque algunos historiadores señalan cantidades próximas a los 500.000. A pesar de que uno de los objetivos políticos de la dictadura era “extirpar el caciquismo”, lo cierto es que la Unión Patriótica incorporó a sus filas a muchos de los antiguos caciques, que vieron en el partido oficialista la posibilidad de regenerarse políticamente, de reciclarse y continuar ligados al poder.
La UPN, tras el fallecimiento del dictador, se convirtió en abril de 1930 en Unión Monárquica Nacional, para integrarse en Falange Española en 1936 después del fallido intento de los inicios de 1930 de crear un partido de centro con sus restos y con el apoyo de los que habían sido ministros en la dictadura, impedido por la desbandaba de quienes formaran en sus filas. De hecho, en León a mediados de febrero de 1931 en los locales ocupados antes por la Unión Patriótica se abría el nuevo Círculo organizado por la Juventud Monárquica leonesa.
En nuestra provincia surgió aquella formación con ánimos regionalistas, integrada por ultraderechistas, mauristas y conservadores reciclados con aspiraciones de ocupar el espacio de los viejos partidos de la Restauración, invocando para ello los intereses provinciales. En Astorga el obispo presidió con presto y declarado entusiasmo su asamblea fundacional. La UPN encontró en el clero y en el profesorado de los centros de enseñanza leoneses la élite intelectual que aportó contenido ideológico a la obra de la dictadura. En León editaba su propia revista con el título de Región Leonesa; en Villamañán existirá un Círculo de Unión Patriótica desde finales de enero de 1928, y en La Bañeza el abogado José Marcos de Segovia dirigía La Opinión, órgano oficioso de la Unión Patriótica local. El letrado Gaspar Julio Pérez Alonso formó parte como vocal de la directiva provincial. José Santos Fernández, bañezano que ejercía de notario en Santander, integró la representación provincial leonesa en la Asamblea Nacional, espejismo parlamentario con carácter solo deliberante, caricatura de las Cortes disueltas.
En 1925 fue homenajeado por la corporación municipal en el Teatro Seoanez de La Bañeza Manuel Fernández y Fernández Núñez, gobernador civil de Lérida desde el año anterior, lo que indica que también él debió de ser uno de los numerosos atraídos en tantos lugares y al principio por el deslumbrante señuelo de regeneración de la vida nacional que la “cirugía necesaria” de la dictadura de don Miguel representó para tantos. De hecho, dos años antes era aquella una idea y un sentimiento tan extendidos, que los muestra en La Bañeza en septiembre de 1921, en entrevista en El Sorbete, incluso una joven como Tránsito Alonso Llamas (una de los siete hijos de Menas Alonso Fresno y de Loreta Llamas, y hermana del autor de Vendimiario), a la que se presenta como sufragista templada y feminista, contraria a un régimen que posterga a la mujer, y que manifiesta que “por la ausencia de la regeneradora trinidad: patriotismo, dignidad y buena voluntad, es tan necesario hacer un buen barrido en nuestra política”. Uno de los atraídos entonces por las perspectivas y los horizontes que aquel cambio de régimen parecía representar (y después desengañado, como tantos) habría sido el político leonés Félix Gordón Ordás, entusiasta adalid del republicanismo luego, quien (a juzgar por lo que –copiado de El Diario de León- de él se dirá en la sección “Adelantando” del semanario bañezano El Adelanto el 14 de diciembre de 1935) “fue de la dictadura en aquellos ‘siete años indignos’, y calificó a la dictadura de ‘advenimiento feliz’, escribiendo versos religiosos en la revista Unión Patriótica” (lo que, de ser cierto, habría sucedido antes de que el dictador lo desterrara, aunque don Félix lo negará calificándolo de burda calumnia del rotativo leonés). Los deslumbrados fueron muchos, y de ellos bastantes arribaron luego al socialismo o al republicanismo de izquierdas (pasando a veces por el radical-socialismo .
Del libro LOS PROLEGÓMENOS DE LA TRAGEDIA (Historia menuda y minuciosa de las gentes de las Tierras Bañezanas -Valduerna, Valdería, Vegas del Tuerto y el Jamuz, La Cabrera, el Páramo y la Ribera del Órbigo- y de otras de la provincia, de 1808 a 1936), recientemente publicado en Ediciones del Lobo Sapiens) por José Cabañas González. (Más información en www.jiminiegos36.com)