Anoche, bajo la tenue luz de la farola de la plaza, con la iglesia del Salvador de fondo y en el programa de un concierto festivo, se estrenaba una versión genuina de la canción que hace algo más de dos décadas el que fuera cura de almas en la feligresía componía para dedicarle al arreglo, además de las divergencias surgidas sobre el pago, de las obras en la plaza de su parroquia. Tuvo tanto acierto como atrevimiento don Rogelio al plasmar con tanta simpatía en forma de canción el malestar de los vecinos ante el ‘despropósito’ de tener que cargar con el doble del importe en las contribuciones especiales “porque los curas no pagan”, como dice la letrilla.
Canta también el inicio de la canción que “la plaza del señor cura nunca la vi como ahora”; y es que me imagino que pasó de ser una plaza de pueblo sin ningún encanto a tener hasta “baldosado a la moda” ochentera. Sin embargo, en más de veinte años las modas cambian hasta para las obras públicas y lo que antes era novedoso y atractivo, después de un tiempo, pasa a ser anticuado, incómodo y sin mérito; o si no, miren para la fuente de la plaza Mayor, que hace unos meses algunos lloraban pero dentro de dos años ya nadie se acordará de ella.
La plaza del Salvador es un entorno acogedor y llamativo de día, mientras que por la noche se convierte en un espacio agradable y sugerente para pasear o dejar espacio para la cultura a la luz de la centenaria farola, o provocativo para los que hacen botellón en esa zona ante la pasividad de los que pueden decir algo. Es una plaza diferente, que da majestuosidad al templo y que hace que las procesiones tengan vistosidad cuando salen o llegan hasta allí arriba.
Don Rogelio estaba orgulloso de su plaza, a pesar de que no se llegaron a terminar del todo las obras y los mazacotes de hormigón quedaron sin revestir de piedra, porque era una plaza moderna y el cambio era significativo; pero de esto hace ya un cuarto de siglo. Veinticinco años dan para mucho, las modas del ‘baldosado’ han cambiado bastante y los arquitectos han aprendido muchísimo en este tiempo; tanto que podrían hacer de este entorno un lugar mucho más sorprendente todavía si dejamos que hablen los que saben de urbanismo, de arquitectura y de espacios abiertos.
Este año se cumple un cuarto de siglo de muchas de las iniciativas tomadas al calor de la celebración -tardía pero fructífera- del milenario de San Salvador. Quizás sea momento de pensar en celebrarlo por todo lo alto con el encargo de un proyecto para reformar en profundidad esta plaza. Una reforma que mire al futuro, a la modernidad, pero que también piense en las piedras milenarias que tiene detrás. Una remodelación que dé mayor grandeza a este lugar milenario y que, guardando la esencia de lo que fue Monte Urba, vuelva a hacer actual la letrilla aquella de “La plaza del señor cura… nunca la vi como ahora”.