José Cruz Cabo
El día 1 de noviembre es la Fiesta de Todos los Santos y yo, que conozco el cementerio desde el año 1945, cuando daba miedo entrar en él no solo porque estaba desasistido, sino porque el enterrador daba más miedo que los muertos, aunque eran años de meter miedo con todo, lo mismo venía el del saco y te llevaba, que salían fantasmas hasta debajo de las piedras.
Además, en aquella época los sacedotes este día de los Santos iban rezando los responsos de sepultura en sepultura y comenzaban a las tres de la tarde y terminaban cuando ya era de noche, por lo que los jóvenes y sobre todo las jóvenes salíamos a toda carrera nada más que nos rezaban el responso en las sepulturas de nuestros familiares. En el caso de mi familia el responso en la sepultura de mis abuelos maternos y de mi madre solía caer sobre las seis y cuarto de la tarde, cuando estaba comenzando a anochecer.
Los sacerdotes de entonces, al ir de sepultura en sepultura, en unas estaban mucho tiempo porque cada poco les daban dinero y en otras pasaban casi de largo, porque solo la bendecían y no se paraban en ella al no haber familiares esperando.
Esto viene a cuento porque aquel cementerio y sus alrededores no se parecen en nada a lo actual. Antes las sendas de comunicación estaban llenas de barro y rastrojos y ahora todos los caminos están asfaltados y uno puede ir las veces que quiera al año sin mancharse los zapatos. Todo está urbanizado, lo mismo el aparcamiento para los coches que el deambular por los caminos de dentro del cementerio.
Todo está impecable y eso costó mucho hasta llegar a la actualidad. Fueron años de arreglos, de cambios de sepultureros, de que los ayuntamientos se preocuparan de adecentarlo, tanto por dentro como por fuera. Ahora tenemos un cementerio que llama la atención, porque además el Ayuntamiento desde hace unos pocos años sólo hace que adecentarlo y mejorarlo, aunque creemos que dentro de poco tendrá que ampliarlo.
El primer alcalde que inició las reformas fue precisamente Leandro Sarmiento Fidalgo, que se puso en contacto con Julio Valderas Arconada e hicieron una permuta de fincas; Julio tenía una pegando al cementerio y la cambió con el Ayuntamiento por otra de propiedad municipal, y a partir de ahí comenzó el cementerio a mejorar en su aspecto interno, que hasta entonces metía miedo si andabas cerca de él de noche.