Había una vez un tiempo no tan lejano en el que la ortografía se tenía en cuenta. Era imposible aprobar un examen en el que se descubriera una o dos faltas porque se consideraba que el alumno debería conocer su lengua a la perfección y no sólo saber colocar correctamente la b/v, la h o no h, o la g/j en el texto, sino que algunas pequeñeces como que faltara una s al final de un plural o una a cambiada por una o para distinguir el masculino del femenino que, simplemente era despiste, se reprendía y para evitar que se incurriera de nuevo en el “delito” estaba aquel castigo de las escuelas de pueblo de los años 80 de copiar 100 (o 1000) veces la palabra acompañada de una frase que quedaba grabada a fuego en la memoria para toda la vida. Algo así: “encontraba se escribe con b porque todas las palabras terminadas en –aba se escriben con b”.
Gracias a unas cuantas copias y a las reglas ortográficas que aprendí en la escuela hoy puedo presumir de escribir correctamente y saber distinguir “hay”, “ay” y “ahí”, por ejemplo, o a saber si hablo del verbo “haber” o si voy “a ver” algo. Y todo eso antes de que tuviera en mis manos un móvil con auto corrector que en ocasiones piensa por mi y me cambia las palabras sin pedirme permiso, pero eso es otro tema y ahora mismo, con esto del lenguaje inclusivo, no siento nada no estar a la moda.
El caso es que cuando me encuentro una falta de esas imperdonables me pregunto si quienes la cometen no fueron a la escuela de pequeños (y digo pequeños y no pequeñas, porque también aprendí en la escuela eso que ahora nos quieren cambiar y yo no estoy por la labor), pero lo que me parece absurdo e ilegible es un texto abarrotado de x sustituyendo a las a y las o para eliminar el género masculino, principalmente, y dejar todo el texto en género ¿neutro?, estúpido diría yo. Contradictorio, teniendo en cuenta las normas de la RAE (que son los señores que más saben de ortografía…)
Aunque la gota que colma el vaso en este asunto del cambio de las palabras al antojo de ciertos colectivos es el discurso de la flamante ministra de Igualdad donde se dirigía a los presentes en repetidas ocasiones como “todes”, “hijes”, y “niñes”, mientras lucía una mascarilla en la que ponía “mujeres” por ambas caras discriminando de este modo a los hombres “esos enemigos de la Montere” y a los “todes” que al parecer formaban casi la totalidad de su auditorio.
En fin, que supongo que como es ministra y sabe mucho, habrá quien la acabe imitando en el uso de esos vocablos de nueva adquisición por la corte podemita, aunque la RAE diga que “el uso de la letra “e” como supuesta marca de género inclusivo es ajeno a la morfología del español, además de innecesario, ya que el masculino gramatical ya cumple esa función”. Sin embargo, no es de extrañar que de ahora en adelante veamos a algún […] imitando a la Montere y cayendo en la estupidez de hablar con la letra “e”, para estar a la última y no discriminar ni siquiera al perre.