Más de trescientas personas de un amplio abanico que representa a toda la sociedad bañezana han querido acompañar este domingo a un amigo, a un párroco, a un vecino, a un familiar o a un cura de almas que después de 38 años que se podrían calificar de ‘frenéticos’ al frente de El Salvador en el inicio de una nueva etapa personal, la de la merecida jubilación. Arturo Cabo Carrasco, ‘don Arturo’, es una persona muy querida en La Bañeza y el acto de homenaje de este domingo dio buena cuenta de ello.
Como no podía ser de otra manera, el momento central de este homenaje y reconocimiento fue la celebración de una misa en la iglesia parroquial de El Salvador, a la que llegó a mediados de los años 80 como párroco después de su primera etapa pastoral en dos zonas de El Bierzo, por un acto de obediencia al entonces obispo de Astorga y con la incertidumbre de no saber hasta qué punto tendría razón la sentencia de que “nadie es profeta en su tierra”.
Los casi cuarenta años al frente de El Salvador, con la puesta en marcha de la Asociación de Amigos del Camino de Santiago-Vía de la Plata, Monte Urba, el Centro Social de Santa Marina, la Coral del Milenario, el Belén o la Pastoral de la Salud, la Catequesis y los grupos parroquiales entre otras muchas iniciativas, son una muestra de la lucha incansable de don Arturo por llevar la evangelización y la Palabra de Dios más allá de las paredes del templo y de que sí se puede ser un gran profeta en la tierra que vio nacer a uno.
Un templo con más de mil años de historia al que llegó con la intención de protegerlo y de recuperar su patrimonio además de recuperar tradiciones que se habían dado por perdidas, impulsar las cofradías, fiestas y celebraciones. Todo eso, unido a sus años de sacerdote en El Bierzo, donde su paso también dejó una profunda huella, le llegó en forma de agradecimiento este domingo con el cariño de sus familiares pero también de sus convecinos, compañeros sacerdotes y de las asociaciones y entidades religiosas de la ciudad.
Como recuerdo de este día se consideró oportuno regalar al presbítero una casulla blanca con adornos dorados –la que representa el gozo pascual, la pureza, la vida, la alegría y la luz y se utiliza en las grandes memorias y solemnidades litúrgicas–, casulla que don Arturo estrenó para la eucaristía con “el deseo y la obligación de que se revista con ella durante muchos años” en las misas que a diario oficiará en la Residencia Nuestra Señora de Castrotierra y en otras celebraciones.