La verdad es que hablar del Carnaval de La Bañeza es referirnos a unos carnavales que ni la lluvia consigue suspender; sólo la nieve antes del actual milenio decidió que el carnaval que los bañezanos habían preparado con tanto mimo y con tanta dedicación, se iban a suspender porque las inclemencias del tiempo impedían sacar todo el cortejo y las carrozas a la calle para celebrar un desfile con toda la solemnidad que merece don Carnal.
No estamos ante el mejor carnaval del mundo, ni siquiera el mejor de España, aunque sí que tenemos un carnaval que forma parte de nuestro patrimonio y de nuestra historia y cuyo legado estamos obligados a conservar y a mantener en el tiempo, engrandeciéndolo un poco más cada año y haciendo que esa nominación de Interés Turístico Nacional se quede pequeña ante la grandiosidad de la fiesta gracias a la implicación de todos.
Hace unos años que desde estas líneas hablo del carnaval –entre otros temas– y siempre me he referido a él con orgullo, como casi bañezana que me he hecho con los años, por eso me duele ver cómo está degenerando a medida que una gran parte de los disfraces se compran por cientos al gigante asiático y los vasos de ‘nosequé’ toman un protagonismo que nada tiene que ver con el auténtico espíritu carnavalero que arrastra el Carnaval de La Bañeza y lo coloca a la altura de los grandes. Esto que hay últimamente y parece carnaval, es otra cosa.
Como este año ya parecía vislumbrarse el carnaval porque quienes nos ponían las trabas estaban ocupados en otros menesteres, a los más carnavaleros les sobró tiempo para sacar de su imaginación un traje o más bien un personaje con el que hacernos sentir –un año más– que seguimos estando enamorados de nuestro carnaval, porque está claro que el Carnaval de La Bañeza tiene ‘algo’; sin embargo, ese algo que le sobra al carnaval, se ve claramente enturbiado por lo que desgraciadamente las autoridades competentes no pueden (léase quieren, por favor) evitar.
En fechas previas yo, que soy algo deslenguada, decía en ‘petit comité’ que yo eso lo arreglaba rápidamente si me dejaran mandar unos días y era de la única forma que se entiende y no es otra que la que afecta al bolsillo. Si a cada uno que va en el desfile con un vaso/botella/cantimplora/bota/lata/ algo envuelto en una bolsa de patatas fritas… le extendieran una receta de …mil, el problema y la vergüenza se acababan de inmediato y el carnaval volvería a lucir como hace tiempo y no como ahora que unos pocos se están empeñando en lo contrario.
Quizás el año que viene la historia se repita y la Noche Bruja vuelva a ser escenario de un estercolero en el que la mayor parte de la bebida que se consume viene de fuera mientras que los bares de aquí pagan los impuestos y limpian sus fachadas de todo lo imaginable. Estoy casi segura de que si alguno hubiera leído estas líneas antes de la quema de la sardina, habría propuesto que me pusieran a mi con ella, pero si todos pretendemos hacer algo porque el carnaval vuelva a deslumbrar hemos de tomar medidas urgentes y probablemente poco gratas.