Pedro J. Abajo
Todo caminante sabe de la dureza del camino, de las altas temperaturas en los meses de verano, de la masificación de los albergues, hostales y demás lugares donde pernoctar, pero dicen que la ilusión por llegar a Santiago y abrazar al apóstol en la meta de la andadura merece la pena hacer un esfuerzo. La voluntad que emana de los motivos de lo más variopinto que cada año animan a miles de personas a ponerse las botas de caminar, coger una mochila al hombro y poco más y salir a peregrinar una de las múltiples rutas que llegan a Compostela.
Si Roma y Jerusalén se elevan como lugares de peregrinación mundial por excelencia para la tradición cristiana, Santiago de Compostela completa ese triángulo espiritual y asombroso que atrae cada año a infinidad de romeros llegados desde cualquier parte del mundo. Está de moda peregrinar a Santiago ya sea por motivos deportivos, culturales o piadosos y, si se trata de año Santo como este 2010, las cifras crecen de forma sorprendente.
Cuando hace dos décadas se contabilizaban dos o tres mil peregrinos los que solicitaban la Compostela a su llegada a tierras gallegas, pasando a los 180.000 en el último Jacobeo (2004) muchos comenzaron a comprender que el Camino, aparte de las particularidades ancestrales que lleva, es un negocio; un negocio de oro para muchos que han visto en las rutas y en los caminantes un filón a explotar sea cual sea el sector empresarial que toque. Y como en época de crisis es cuando el ingenio más trabaja, ni el Jacobeo se libra de las teorías económicas de algunos.
Muchas vacaciones laborales se pasarán este año en el Camino; es una forma de salir de la rutina por un precio bastante aceptable si no se opta por ir de pijigrino como decían algunos periodistas gallegos o turigrino de los que van en coche y con zapatos como se está viendo últimamente los fines de semana. Echarse a caminar es una de las alternativas a las vacaciones en el pueblo que salen bastante rentables y permiten conocer nuevas amistades y lugares inexplorados.
Una vez con la mochila al hombro y una guía de las múltiples existentes, quien se convierte en peregrino suele optar por el camino Francés en Roncesvalles o por cualquiera de las variantes existentes repartidas por todo el mapa español. Pero también están los que prefieren arrancar a mitad de la ruta y aprovechar las últimas etapas del recorrido. La provincia de León es uno de los mejores lugares para iniciar la aventura, ya sea la propia capital, Astorga, la Cruz de Ferro, Ponferrada o Villafranca del Bierzo (uno de los lugares preferidos por los peregrinos).
Este año se ha llegado a hablar de ‘fiebre jacobea en las librerías’ por la multitud de títulos que han visto la luz al calor del año Santo. Guías, libros de viajes, cuadernos de peregrino, historias de caminantes… están llenando los escaparates en busca de lectores. Una de las obras interesantes que ha visto la luz este año es El corazón del Camino (Puente de Letras editores), un libro en el que una veintena de escritores y periodistas aportamos distintas visiones acerca de los caminos a Santiago tomando como referencia la provincia leonesa; ilustrado, además, con instantáneas únicas de las rutas jacobeas.
Otro libro que merece la pena está promovido por Asprona-León y narra las vivencias de unos chicos con discapacidad que tuvieron fuerzas suficientes para salir de casa y ponerse en camino hacia Compostela, dejando en el camino vivencias y cansancio pero también ejemplares muestras de superación. Tras las huellas de un sueño recoge instantes inolvidables de este grupo de leoneses que pueden presumir no sólo de llegar a Santiago, sino de volver y atreverse a contarlo en un bonito libro ilustrado. Todo un ejemplo.
En cuanto a la compañía, si decide caminar solo, nunca le faltarán compañeros de camino que podrán llegar a ser grandes amigos; dicen algunos que el Camino cambia a las personas pero hacer buenos a los malos es una tarea bastante compleja que ya queda en manos del mismo Apóstol. De todos modos, también hay muchos grupos que optan por realizar juntos la aventura de caminar; como los monteurbistas de La Bañeza, que rondan el medio centenar de peregrinos y no hay año que no recorran a pie 300 kilómetros de alguna vía histórica.
Flechas amarillas, conchas, marcas y señales de todo tipo impiden que el peregrino pierda el itinerario de la ruta compostelana. La verdad es que nadie que fuera a Santiago se perdió por el Camino, a pesar de las múltiples alternativas existentes que derivan a los caminantes a merced de los intereses de alguno. Por eso, a pesar de las señales o de las guías más prometedoras, los que optan por seguir las huellas del Apóstol de una forma absolutamente pulcra lo tienen complicado. Porque la picaresca por el mundo andando no es nada nuevo…
Las numerosas sendas, caminos y tramos de montaña le permitirán al peregrino reencontrarse consigo mismo; la sensación de soledad, a pesar de caminar junto a una veintena de personas alrededor, es muy gratificante para pensar y para mirar al futuro. Muchos planes y decisiones importantes nacen ahí, en el caminar solitario de una persona que va sin prisa por el mundo. Incluso es momento para cambio de aires de un pasado mejorable.
Al caminar se ven muchas cosas que pasan imperceptibles para el conductor; recorrer los caminos a pie permiten pararse en detalles que las prisas del día a día impiden detener a la rutina. Por eso, animarse a ponerse las botas de andar y salir al Camino es una experiencia de conocimiento única, además de una moda que hace peligrar el auténtico espíritu jacobeo con masificaciones y puro marketing. Quizás un año Santo en verano no sea el mejor momento para lanzarse; pero en el resto de meses y en toda una vida sobran ocasiones para convertirse en peregrino, hacer el Camino de Santiago y, por supuesto, para repetir la experiencia.
Santiago de Compostela siempre será la meta y el final del camino propuesto, pero el principio de una gran experiencia que sólo comenzó unos kilómetros y unos días atrás. Sin embargo, a lo largo de la ruta trazada y recorrida habrán quedado muchas pequeñas compostelas a las que algún día se habrá de regresar, ya sean grandes ciudades o pequeños lugares escondidos, personas o marcas en el camino que se cruzaron en su vida. Cada uno sentirá el camino a su manera y con su forma de ser. Pero los que alguna vez han sido peregrinos tienen algo en común: la experiencia de haber dejado sus huellas en este camino de estrellas.
Yo aprovecharé las vacaciones para hacer algunas etapas del camino. Me gusta este reportaje, por que está detallado y por que tiene los ingredientes necesarios para que quienes no conocemos los detalles del camino, queramos hacerlo.
Seguí el Diario del camino y he sentido envidia de mis paisanos, muchos de los cuales conozco y mantengo una buena relación.
Espero seguir esas flechas amarillas y llegar a Compostela, aunque de momento espero estar en mi ciudad el mayor tiempo posible, que tengo “hambre de Bañeza”.
Gracias por acercarme a mi ciudad con esta página. Los que estamos fuera no tenemos otro medio.
Un abrazo de toda mi familia para IBAÑEZA Y MONTEURBA.
Sólo un apunte, es “Cruz del Fierro”, no “Cruz del Ferro”. En los datos introducidos por mí, en web, trae el enlace de porqué.