En estas fechas de los enamorados, me apetece hablar de besos, y como yo soy partidaria de que no haya días D… si no que todos los días sean iguales y este año al caer en lunes muchas parejas aprovecharon el fin de semana para celebrarlo, trasladaré el asunto a mi antojo para explicar lo que tengo en el tintero. Seguro que san Valentín me entiende.
No es ningún secreto que muchos besos que se daban en aquella época anterior al Covid-19 (o 20, 21, 22…29…) eran besos de compromiso. Todos tenemos a algún besucón cerca que busca cualquier momento para ir dando besos a diestro y siniestro: que si hace mucho que no nos vemos, que si es Navidad, que si te felicito el año, que si te presentaban al vecino del quinto; cualquier excusa era válida para que cualquiera, sin tener motivo, ni confianza, ni ganas, se lanzara a algo tan íntimo como a plantarle dos besos a una persona con la que no tiene ningún vínculo afectivo, por el simple hecho de que se han encontrado por casualidad.
Tanto es así, que estábamos banalizando el beso y tiene que venir una pandemia a decirnos que tanto beso no está recomendado. Pero no está recomendado ahora, que todos vamos con miedo ante la cercanía de algún bicho viviente. A estas alturas, a nadie se le ocurre dar dos besos a nadie así, por besar, cosa que antes (tal día como el domingo, día de las elecciones) me encontré con unos cuantos sujetos de esos que se creen que me caen bien y echan a correr en cuanto me ven para plantarme dos sonoros besos en ambas mejillas.
¡Vaya! Algo bueno ha traído la pandemia, pensé en cuanto vi a los mismos de cada cita electoral escondidos detrás de la mascarilla. Me he librado de unos cuantos besos. Así, por una pandemia y unas cuantas normas que nos han hecho apartarnos de los que más queremos y al mismo tiempo han cambiado unas costumbres que ni eran higiénicas ni eran normales. Esperemos que cuando todo esto haya pasado, las buenas prácticas que hemos aprendido sigan formando parte de nuestra vida y nos limitemos a besar a quienes hay que besar y no confundamos nunca los besos bien recibidos, con los otros.