“La noticia de la implantación de la Primera República llegó a la villa bañezana el 13 de febrero de 1873 en dos misivas del alcalde de Astorga manifestando que “las Cortes, después de admitir la renuncia que del Trono de España ha hecho don Amadeo de Saboya, y de constituirse en Soberanas, han proclamado la República y establecido un Poder ejecutivo”.
Existía en La Bañeza una Compañía de Voluntarios de la Libertad (en la que era corneta Santiago Manjón Carrera) que en aquellos primeros días republicanos hicieron guardias y retenes velando por el orden público y por la seguridad de las personas y propiedades.
El último ayuntamiento se había formado hacía un año, y desde entonces y hasta últimos de septiembre de 1873 estuvo constituido de la siguiente forma: alcalde, Estanislao del Egido Ferrero; tenientes, Menas Alonso Fresno y Blas González Ferrero; sindico, Eusebio González Cela; y regidores, Agustín Fernández Pérez, Ángel Fernández Franco, Tomás Rubio Iglesias, Manuel García Vizán, Francisco Arijo, y Vicente González Villares; era secretario municipal Manuel Fernández Cadórniga, que se había posesionado de la oficina el 19 de abril de 1872.
Aquel año la corporación municipal acordó “gastar lo necesario para la procesión del Corpus, que saldrá este año como los anteriores, haciéndose las invitaciones y pagándose su gasto y el obsequio que acostumbra tener el consistorio, y publicándose un bando para que las calles y plazas que ha de recorrer estén limpias y desembarazadas”. En julio se celebraron misiones en la iglesia, y a la procesión que el día 2 se celebró fue invitada la corporación, que asistió con la Banda de Música dirigida por Vicente Barrachina.
El número de vecinos era entonces inferior a 800, y el de familias pobres de 160, que servían como médico Gaspar Yébenes Ruiz y como cirujano Julián Pérez Valderrey. El presupuesto municipal ordinario se cifraba en 43.179,20 pesetas.
Se celebraron elecciones municipales los días 12, 13 y 14 de julio, después de los sucesos de la calle de la Madera (un grave altercado y enfrentamiento producidos entre facciones rivales y afines a aquella República recién instaurada, sofocados por los cerca de cuarenta miembros de Infantería y de Caballería de la Benemérita asentados en su guarnición bañezana), de las que resultaron los concejales que el 24 de septiembre fueron recibidos cortésmente por los que cesaban, pasando a ser alcalde Antonio Cabo de las Heras; tenientes, Joaquín Moro Fernández y Jerónimo Álvarez Fraile; síndico, Ángel Fernández Franco; regidores Julián Fernández Suárez, Pedro Martínez Román, Buenaventura Rubio Nadal, Domingo Falagán, Teodoro González Pérez y Juan García Pérez; ejerció de secretario interino Marcos Pérez González hasta octubre, mes en el cual José Manuel Perandones es designado en propiedad. Tal fue la corporación que rigió los destinos municipales de la villa basta el 18 de marzo siguiente, en que se disuelve y el Juez municipal Manuel Ferrero Santos da posesión a los nuevos ediles.
Había colegio de segunda enseñanza, cuya dirección desempeñaba Toribio Moro Villasol, y eran maestros María Sánchez y Francisco Alonso, habiéndose nombrado auxiliar pasante interina de la escuela de niñas, en atención a las buenas prendas, habilidad y disposición que reúne para dicho cargo, a Anselma Jesusa Blanco García (hermana del fraile agustino Francisco Blanco, que había llegado destinada a la villa desde Astorga, y que casaría más tarde con Isidoro Valderas, acaudalado comerciante de tejidos -“nacionales y extranjeros”- del lugar, ocupándose cuando enviude de él -a finales de 1893- de regentar el establecimiento “El precio fijo”, situado en el inicio de la calle del Reloj).
La calle de la Fuente era entonces tan estrecha que perjudicaba a sus fachadas el paso de los carros de rozo que se traían del monte de la villa; el sobrestante de Obras Públicas, José Latas Valcarce, dirigía la cimentación de las pilastras del que fue después Puente de Requejo, ya que en el invierno de 1871 una fuerte crecida del río Tuerto había destruido el puente municipal existente. El ayuntamiento poseía en la plaza de la Cruz Dorada (Obispo Alcolea después) una casa denominada el Cuartel (en cuyo solar se asentarán después –en 1884 y siendo alcalde constitucional Joaquín Núñez Franco- las Escuelas de la Villa), y gravaba al vecindario con un impuesto sobre huecos (puertas, ventanas y balcones); y por haber…, había ya también intrusiones en los campos comunales…”
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Tal era el relato de Salvador Ferreras Mansilla (pseudónimo de José Marcos de Segovia) en su sección de “Estampas bañezanas” en El Adelanto del 25 de febrero de 1933, cuando, según también decía, “el 11 de aquel mes se había cumplido el sesenta aniversario de la proclamación de la Primera República Española, fiesta nacional por disposición reciente; y esclavos de la actualidad, queremos en esta ‘Estampa’ reflejar algo de lo que en 1873 ocurría en la entonces villa de La Bañeza”. Las alusiones a los actos religiosos y los impuestos se entienden motivadas por la novedad de algunos arbitrios municipales recién establecidos cuando escribe, y por la álgida y combativa campaña contra el laicismo republicano en la que la entonces bisoña y católica publicación bañezana está embarcada.
Del libro LOS PROLEGÓMENOS DE LA TRAGEDIA (Historia menuda y minuciosa de las gentes de las Tierras Bañezanas -Valduerna, Valdería, Vegas del Tuerto y el Jamuz, La Cabrera, el Páramo y la Ribera del Órbigo- y de otras de la provincia, de 1808 a 1936), recientemente publicado en Ediciones del Lobo Sapiens) por José Cabañas González. (Más información en www.jiminiegos36.com)