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Abusos y apropiaciones del ‘Común’

● IBAÑEZA.ES ►Lunes, 28 de agosto de 2017 a las 8:17 Comentarios desactivados


Muchas eran las componendas que en provecho propio urdían en las décadas a caballo de los siglos XIX y XX los beneficiarios del sistema caciquil de la Restauración y quienes lo sustentaban y propiciaban en los pueblos, a costa a veces de esquilmar los intereses y las propiedades comunales, como a lo que parece habría sucedido en aquellos antaños en el nuestro (Jiménez de Jamuz) cuando regía el municipio el alcalde Ceferino Cabañas Domínguez, que ya lo era en 1908, secundado por el secretario del Ayuntamiento, Francisco Vivas. Cuando pasados unos años, en 1914, sea alcalde Tomás Cabañas Carnicero, maestro nacional, le impondrá multas al anterior por sus irregularidades en el Consistorio y por no haber facilitado correctamente las cuentas municipales, enviando al alguacil a cobrar a Ceferino las sanciones, de una peseta cada vez, hasta que las corrigiera y presentara, y resultando que éste se negaba a su abono, se las aumentaba el regidor en otra peseta más en cada ocasión que no pagaba. A la tercera multa se avino a pagar el sancionado, no sin que antes tratara de excusar ante el nuevo mandatario municipal (más estricto y recto en el cumplimiento de la legalidad) su antiguo proceder (y el de aquel secretario), mandándole a decir, por el mismo alguacil y a propósito de las apropiaciones de terrenos comunales de la pedanía de unos años antes, pretendiendo justificarlas, que del cielo cayó una zorra / atada con un cordel, / con un cartel que decía: / ”el que lo coja es para él”…

Con el tiempo, en 1936 formarían parte de la Junta administrativa del pueblo de Jiménez, además del “ti Pedrón” (Pedro Gordón Álvarez; ya la había presidido en los años de la dictadura primoriverista), Francisco Martínez Vivas, Simón Bolaños González, Rafael Mateos Cela (posiblemente), y Domitilo González Lobato (mi abuelo materno), devenido en 1917 yerno de Ceferino por su matrimonio con Domitila Cabañas Alonso, hija de aquel, y todos ellos (algunos eran a la vez concejales en la Gestora municipal frentepopulista), allí como en otros muchos lugares, tratarían en la primavera y el inicio del verano de aquel aciago año de recuperar para el común los predios indebidamente despojados a lo largo de los pasados años, en el caso de Domitilo actuando en beneficio de los intereses comunales a pesar del menoscabo y merma de los particulares de la familia de la que había llegado a formar parte que ello representaba. Aquel empeño supondría para él y para los demás (Francisco, Simón, y Rafael) una buena parte de los motivos que los llevarían a ser asesinados y desaparecidos en el otoño, cuando al ser apresados con otros vecinos en la noche del 19 de septiembre recordarán e instarán burlonamente a algunos de ellos los verdugos a “reclamar ahora las parcelas comunales”.

Había una larga tradición de que los alcaldes se apropiaran de bienes del común de los vecinos, sobre todo en los lugares en los que estos cargos y los de concejal no eran remunerados (todos, aunque en villas y ciudades como Astorga o La Bañeza copaban entonces tales puestos los integrantes de la hidalguía rentista y la burguesía comercial, quienes no tenían necesidad de compensarse de tal modo por su dedicación a los asuntos públicos), y también de abusos, desidia y dejadez en las actuaciones sobre los bienes comunales y los propios, y de roturaciones, rompimientos y usurpaciones por parte de regidores y vecinos, y así, aún en 1932 y en el espacio de unos meses, desde final de abril al de julio, por el Ayuntamiento bañezano se ha de requerir a catorce residentes para que abandonen la roturación que han emprendido en el predio comunal las Quintanillas; a uno que el 3 de mayo con perjuicio de los intereses comunales había intrusado un reguero en la zona del matadero; el 9 del mismo mes a otro para que deje de intrusar terrenos comunales en la Vega de Arriba; a tres más el 1 de junio que intrusaban fincas de los propios en la Cuesta de la Salgada, y se intentará el 20 de julio recuperar los terrenos apropiados por los herederos de Nicolás Fernández Sampedro en la Cuesta de Santa Marina (a finales de 1935 aún se discute con el municipio la propiedad de los terrenos) para, convertidos en solares, facilitarlos a vecinos poco pudientes como los otros ya cedidos, además de una nueva apropiación en los terrenos del común de la Vega contra la que se decide intervenir el 21 de septiembre, y de constatar desde el Ayuntamiento a mediados de noviembre la certeza de las intrusiones en las fincas comunales de el Polvorín que Agapito Martínez Castillo (otro asesinado en el otoño de 1936) denunciaba poco antes, usurpaciones que no dejarían de producirse, ni de denunciarse y de tratar de impedirlas, hasta muy pocas fechas antes de la sublevación militar de julio de aquel año.

Tal había sido en todas partes la magnitud de los expolios realizados que en numerosos ayuntamientos, como en junio de 1931 en el de Ponferrada (donde a su primer alcalde republicano, el socialista Francisco Puente Falagán, le reprochan en abril de 1932 y lo acusan -falsamente; resultó después absuelto- de malversación de fondos públicos –inhabilitándolo para el cargo- al pasar al Consistorio la factura de un viaje a un congreso municipalista), “la acotación de los terrenos comunales y la recuperación de los intrusados o irregularmente cedidos” formó parte de los programas electorales de la izquierda socialista y republicana en los comicios del periodo, y de tales reivindicaciones se había hecho bandera en el del Frente Popular y por ellas se trabajaba ya en el verano de 1936 en el Parlamento, en las corporaciones municipales, y en juntas administrativas como la de la pedanía de Jiménez de Jamuz (con las trágicas consecuencias que aquella pretensión después tuvo para algunos).

Del libro LOS PROLEGÓMENOS DE LA TRAGEDIA (Historia menuda y minuciosa de las gentes de las Tierras Bañezanas -Valduerna, Valdería, Vegas del Tuerto y el Jamuz, La Cabrera, el Páramo y la Ribera del Órbigo- y de otras localidades provinciales -León y Astorga-, de 1808 a 1936), publicado en 2013 en Ediciones del Lobo Sapiens) por José Cabañas González. (Más información en www.jiminiegos36.com)

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