José Cruz Cabo
En los años treinta los bañezanos teníamos las Escuelas de Villa; abajo estábamos los chicos y en el primer piso las chicas, el patio de juegos era interior –pequeño para tantos como éramos– y las chicas bajaban al recreo a la Plaza de los Cacharros.
Los juegos no tenían nada que ver con los de ahora, entonces nos divertóamos con las carpetas, a la una anda la mula y las chapas de las botellas que machacábamos hasta dejarlas lisas por ambos lados. Pintábamos en la acera un campo de fútbol y con las chapas le dábamos a una bolita para intentar meter gol en la portería contraria; el peón y el pite; y las niñas sobre todo la comba. Para jugar al fútbol con un un puñado de periodicos o papel atados con una cuerda.
En las escuelas los chicos y las chicas estábamos separados y casi no nos veíamos ni a la sakida de las clases; y es que las monjas sólo tenían niñas, que podían ser internas, externas y mediopensionistas. La ciudad no tenía aguas y salvo los ricos que hacían retretes con una silla y un caldero debajo, teníamos que hacer nuestras necesidades en la calle y en casa en el orinal que luego se tiraba en la calle.
La Bañeza no tuvo aguas corrientes hsta el año 1948, pero sólo podían meter la acometida los ricos en toda la casa. Hasta que poco a poco todo el que tenía casa metía el agua detrás de la puerta de entrada y ponía una pila para lavar. De hecho, recuerdo que el agua corriente en todas las casas, y sobre todo en algunos barrios, salvo El Polvorín que la tuvo luego, no pudieron hacerlo hasta los años sesenta y con mucho sacrificio.