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Mucha tristeza por tu muerte, Santiago Fuertes

● José Cruz Cabo ►Miércoles, 19 de agosto de 2015 a las 18:41 Comentarios desactivados


José Cruz Cabo

Querido amigo Santiago Fuertes Carracedo: hace tres semanas que coincidimos, ibas con tu esposa Amparín, llegué yo y me dijiste que estabas bastante enfermo, pero yo pensé que dado tu aspecto mejorarías. Pero esta vez tuviste razón y hoy veo tu esquela y siento una profunda tristeza y soledad porque se me marcha uno de los buenísimos amigos que todavía me quedaban.

No solo porque me vendiste el primer coche, aquel Seat 127 que tan bueno me salió, sino porque durante el tiempo que estuviste de concejal de Cultura comenzaron a mejorar las cosas culturales de la ciudad, y a pesar de ello te quitaron la concejalía por no doblegarte a votar lo que tú pensabas que no era bueno para la ciudad, en lo que ambos coincidíamos.

Aquel viaje a Salamanca, al aspirantado del Maestro Ávila donde ambos estudiamos, tú más que yo, pues estuviste más tiempo, para hablar con dos catedráticos de la Pontificia, para que vinieran a dar conferencias a nuestra ciudad, poniendo el dinero del viaje de nuestros bolsillos no lo olvidaré nunca, ya que mientras Amparín y Nieves quedaron en la Plaza Mayor, dichos catedráticos nos llevaron a ver los monumentos salmantinos más característicos, dándonos una lección de historia de los mismos y entrando en sitios donde no se entra fácilmente. Fue una pasada de viaje y una lección de historia salmantina. Nos habíamos quedado sin banda de música. Leandro había disuelto la plaza de director y tú te pusiste de acuerdo con tu prima Lourdes y su esposo Tino y la banda volvió a resucitar, con dos cambios más de director hasta hoy, y cada día mejor, sin tu decisión lo mismo ahora todavía no teníamos banda.

Otra vez me hiciste viajar a Madrid para que te acompañara, y gracias a ese viaje pude disfrutar contigo del Museo del Prado, y recrearnos con las maravillas que allí se encierran, incluido el retablo de la desaparecida iglesia de Hinojo, además de otras muchas obras de arte.

Pero sobre todo fuiste un amigo entrañable, noble y sincero, y hombría de bien y tu seriedad profesional me volvieron a demostar que no fallabas nunca, cuando siendo perito de accidentes tuve un problema en la conducción del agua y tú me lo solucionaste rápidamente, quedando toda la vivienda en perfectas condiciones y descubriendo la avería.

Tu carta que me enviaste cuando me dieron la calle no podré olvidarla mientras viva; no quisiste que se publicara y no lo hice, pero para Nieves y para mí aquella carta que firmabas junto a tu esposa Amparín sigue en mi poder y quizá, si Dios me da salud, salga algún día a la luz, porque en ella demuestras tu hombría, tu entrega a los amigos, una anécdota de cuando fuistes concejal y sobre todo la seriedad, bondad y humildad que tu poseias a manos llenas.

Son muchos los recuerdos que se me vienen a la mente, ya que aunque nos veíamos de tarde en tarde, siempre era un placer charlar contigo y con Amparín, ya que la amistad y el afecto mutuo continuaban intactos. Ahora te toca emparejarte con tu hermano Polo quien, como tú, marchásteis de la vida demasiado pronto, así como con tus padres a los que también conocí y les tuve afecto. Pero ello no me quita el gran dolor que tu muerte me ha ocasionado.

Por ello, amigo Santiago, solo me queda unirme al dolor de tu esposa Amparín y de tus dos hijos y nietos, y esperar que tu hombría de bien, tu bondad y amabilidad se encuentre con los tuyos que te precedieron y espero que, no tardando mucho, ya que la vida por larga que sea suele ser muy corta, nos podamos volver a ver en el más allá algún día.

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