A pesar de ser León ya desde antiguo una provincia modelo por su alto índice de escolaridad y dotación de escuelas, todavía en el inicio de 1931 la docencia en las tierras bañezanas se hallaría en parecida situación, sino peor, que la que entonces exhibía Grajal de Campos (una villa, al fin, y por ello mejor dotada que la mayoría de los pueblos y pedanías de aquella y las demás comarcas), tan deficitaria como allí nos la presenta el investigador Vicente Martínez Encinas:
Dos escuelas regidas por un maestro y una maestra que, en un local atiborrado, impartían sus clases a ciento cincuenta niños y niñas cada uno, desde la edad de seis años hasta los catorce, teniendo como únicos medios el encerado y la tiza.
El absentismo escolar se producía por la falta de estímulo que provocaba la incultura y, a la vez, por la necesidad de llevar, lo antes posible, el pedazo de pan a la casa poblada de hijos, que consumían vorazmente el jornal mísero y aleatorio, antes de ser ganado.
El 9 de mayo de aquel año el decreto de libertad de enseñanza religiosa de la nueva República disponía que no será obligatoria en las escuelas primarias ni en ningún centro docente dependiente del Estado, pero los alumnos cuyos padres expresen su deseo de recibirla la obtendrán lo mismo que antes, impartida por el maestro o sacerdote que voluntaria y gratuitamente quiera hacerlo en caso de que para el docente resulte inadecuado o difícil impartirla, y en La Bañeza se facilitó a las familias tal elección “dentro del máximo respeto tanto a los que elijan una opción como la otra y sin diferencia en el resto de las materias del programa ni en las relaciones de camaradería infantil y afecto mutuo entre alumnos y profesorado del centro” decían sus directores al pueblo bañezano en La Opinión del día 1 de junio. El 18 de mayo el director general de Primera Enseñanza indicaba que se atendería a la inmediata creación de 25.000 escuelas, aplicando en ellas un millón de pesetas que se dedicaban a subvencionar a las instituciones particulares de enseñanza (unas de las creadas el 23 de mayo en la provincia son las de Santa María del Páramo). Se procederá después a mejorar a los maestros, cuyo número se aumenta en 5.000, y se establece en 3.000 pesetas su sueldo mínimo.
“Urgen escuelas”, decían en La Opinión del 10 de mayo, y en 500 se cifraban las plazas escolares que faltaban en la ciudad, y a conseguirlas instaban al alcalde Félix Cardillo Puerta, a “no consentir que estén los niños abandonados por más tiempo, y a pedir con justicia y energía pan de espíritu para sus conciudadanos”. Se demandaba días más tarde la creación de una Escuela de Artes, Oficios e Industrias, y a tal petición (que está en el ánimo de todo el vecindario de la ciudad e incluso de los pueblos de su comarca) responderá el regidor que es su voluntad y de la Conjunción Republicano-Socialista contar con un centro más general, con enseñanza que incluya el bachiller, en un edificio capaz, sencillo, higiénico, económico y práctico, a construir en un solar municipal de la calle Primo de Rivera (al poco cambiada en avenida Pablo Iglesias), para lo que ha ofrecido su concurso el ingeniero de la Azucarera, Julio Hernández Ortega, y la corporación piedra barata, maderas y dinero, y que permitirá que la clase proletaria pueda dar a sus hijos más educación que la primaria (deficiente también hasta la fecha).
A la pretensión se adhieren todos los munícipes, y deciden convocar al pueblo para exponerle su propósito y solicitar su cooperación moral y material, lo que hacen el día 28 mediante bando que lo llama a reunirse el siguiente día en el Teatro Pérez Alonso para concretar aquella idea y para que todos prohíjen la creación del centro al que se aspira, “de ineludible necesidad y realizable dentro de nuestras posibilidades”. Con la sala llena de asistentes, se volcaron todas las sociedades (de Labradores, La Caridad, Sociedad Obrera, Patronal, Casino, Círculo Mercantil, Banca, Comercio,…) con entusiasmo en el proyecto y se nombró una comisión de 23 voluntarios bañezanos integrantes de los grupos petitorios que recaudarán fondos para tan noble fin (Elías Falagán Martínez, Vicente González Prieto y su hijo Vicente González Duviz, Santiago Vidales Manjón, Conrado Blanco León y Joaquín Perandones Franco formaban parte de ellos), y se cifró en el 40% de las necesarias las plazas escolares de primaria existentes en la población, acordando tratar de conseguir conjuntamente las dos metas, aunque pasados los años la Memoria municipal de junio de 1939 señalará aún que “se carece de centros de segunda enseñanza, que tan excelente servicio cumplirían si existiesen, y con perjuicio de la instrucción de las clases humildes”.
En el pleno penúltimo del mes de agosto de 1931, el día 24, se acuerda aportar del Ayuntamiento 100.000 pesetas para la construcción del Colegio de Artes y Oficios, y se informa de la cantidad recaudada de los vecinos para ello (unas 20.000) y del ofrecimiento que de su prestación personal de trabajo ha hecho el proletariado de la ciudad. El bañezano Manuel Fernández y Fernández Núñez informa por carta al Consistorio de la posibilidad de contar en la población con una Escuela Profesional del Trabajo, de orientación y formación profesional, en lugar de las extinguidas de Artes y Oficios, y ofrece su desinteresada ayuda para ello, incluso “dando las conferencias que antes no le permitieron”. Se propone en la sesión del día 31 demoler el Edificio Estudio para construir en su solar escuelas, y se insiste desde La Opinión del 13 de septiembre en la necesidad del nuevo Grupo Escolar. Las nuevas escuelas bañezanas (secciones de graduadas, no unitarias) no estarían dispuestas para iniciar su actividad hasta el comienzo del año 1932, aunque ya a finales de 1931 se dice estar encargados de ellas los actuales maestros, uno por cada dos secciones.
Fechado en mayo de 1932 es el plano del proyecto de reforma de la casa de doña Josefina Fernández de Mata, que entonces se iniciaba en la calle Nueva, la primera en la que se ocupó de instalar el alumbrado el electricista Elías Falagán Martínez (según nos manifiesta su hija Elvira, aunque creemos que debió de tratarse de la vieja casa familiar, derribada un tiempo antes para construir la nueva en su solar, la que alumbrara Elías, representante en La Bañeza a la altura de 1933 de la Casa Alcón de Valencia de Don Juan, de radio y electricidad, y técnico al servicio de la Hidroeléctrica del Eria, otro más de los bañezanos asesinados por el franquismo en febrero de 1937), que firma el arquitecto Isidoro Saínz Ezquerra y Rozas y visa el Colegio de Arquitectos de León, encargo de variación sobre el original de la segunda planta –destinada al servicio- y producto tal vez de los afanes municipales del verano anterior (ya a estas alturas desinflados) de disponer de un centro de enseñanza que incluyera el bachillerato, y quizá en esta magnífica mansión de la viuda que nunca la habitó se pensara para alojar, después de acondicionada, aquella idea, pues que en el mismo se destinarán a la enseñanza siete aulas y al menos un gabinete de ciencias y otro de física en la “planta de ático” pudieran hacer verosímil esta hipótesis, una pretensión al cabo devenida inviable dados la lentitud y el retraso con los que por diversos avatares avanzaría la construcción de aquella residencia, rematada en 1937 (en 1940 se finaliza la colocación de las vidrieras).
El esplendido edificio terminaría por ser destinado a aquellos mismos o parecidos menesteres cuando aloje la Biblioteca Municipal que antes y desde 1942 se establece en la Casa Consistorial, y en los años cincuenta y a propuesta del director del Colegio La Bañeza lo adquiera el Ayuntamiento para instalar en el la Academia (sería dirigida por Robustiano Pollán, y en ella impartió clases Hortensia Ladrón de Guevara -doña Hortensia, profesora después en el Instituto-, de la que decía El Adelanto del 22 de febrero de 1936 que “la que fue profesora del Colegio Virgen de la Vega, contrajo matrimonio en Salamanca el día 2 con Luís Rodríguez, alto empleado de la Azucarera de La Bañeza. Fijarán su residencia en Salobreña, Granada”), un centro de enseñanza secundaria y de preparación para el ingreso en las Escuelas de Magisterio y de Comercio allí asentado hasta que en los años sesenta se construya el Instituto de Enseñanza Media (que funcionaría antes como Sección Delegada del de Astorga). La casa de doña Josefina es hoy suntuosa sede del no menos magnífico Museo de las Alhajas.
Al comenzar octubre de 1933 “el municipio bañezano que tanto alardeó de su cultura y que promovió la creación de una Escuela de Artes y Oficios que quedó en agua de borrajas” (decía El Adelanto), continuaba con las dos escuelas nacionales clausuradas, que lo habían sido en mayo por la inspectora Francisca Bohigas Gavilanes, dado su mal estado desde hacía tiempo y sus inatendidos requerimientos de adecuarlas desde septiembre de 1931, en defensa de los derechos de los 350 niños y niñas que las pueblan, y sin que el Ayuntamiento hubiera realizado las obras convenidas para dotar unas de retretes (con agua corriente y pozo séptico) y eliminar en otras su insalubridad (mien tras que si había proveído hacía poco de servicios higiénicos las oficinas del Juzgado).
Del libro LOS PROLEGÓMENOS DE LA TRAGEDIA (Historia menuda y minuciosa de las gentes de las Tierras Bañezanas -Valduerna, Valdería, Vegas del Tuerto y el Jamuz, La Cabrera, el Páramo y la Ribera del Órbigo- y de otras de la provincia, de 1808 a 1936), recientemente publicado en Ediciones del Lobo Sapiens) por José Cabañas González. (Más información en www.jiminiegos36.com)