Parece que vamos entrando en el otoño y no lo digo en términos meteorológicos estrictos, no sé si este año hemos tenido verano, sino porque los forasteros de la entrega anterior, han desaparecido y ya se divisan las alubias, que van a tener que competir con la Virgen de Castrotierra, o a lo mejor es al revés. No sé si la idea de hacerlas coincidir resultará brillante o suicida, deseo que haga tan buen tiempo que la gente se llegue desde el Santuario a reponer sus fuerzas aquí.
En contra de lo que opina mucha gente, yo creo que La Bañeza es un sitio tan pequeño que sólo cuenta con un lugar en el que poder celebrar cosas: la Plaza Mayor, cuya vista queda interrumpida por los tendejones que los operarios municipales, no hacen más que montar y desmontar. Y digo yo, que tanto poner verde “la Plaza” pero nadie es capaz de sustraerse a su encanto, y por mucho que se hace por aislarla, resulta evidente que todo y todos vienen a ensuciarla. Debe de ser el subconsciente, que nos juega malas pasadas.
Acabamos de vivir la semana del peregrino cuya fiesta empieza, también, en la Plaza Mayor, cosa sorprendente teniendo en cuenta que el centro de La Bañeza es la Iglesia de San Salvador, núcleo que sirvió de orígen para el desarrollo de la población, al igual que lo es de “los Monte Urba”. Claro que este año vino una nube y se dedicó, la muy ladina, a empapar todo lo que había debajo con el consiguiente deslucimiento.
Aunque hay que reconocer que en esta edición el protagonismo fue para el cáliz de la infanta doña Urraca, que conviene no confundir con la reina, aunque ambas eran “dueñas asaz bravías”. El salón de actos del Infanta Cristina estaba hasta la bandera y la oradora, enseñada por sus estudios a dudar de todo, hizo ímprobos esfuerzos para que, a su entregado auditorio, no le cupiera la más mínima duda de que la espectacular pieza es la mismísima copa que usó Jesús en la Última Cena.
Pero bueno, eso ya lo tienen más que sabido porque ha acaparado portadas y cabeceras de medios de comunicación en cualquier dirección que señale la rosa de los vientos. A mí me gustaría que toda esta conmoción mediática sirviera para que vuelvan a San Isidoro piezas eximias que nunca debieron de abandonar sus muros. Por cierto la cantidad de gente que no ha ido nunca a la Real Basílica-Colegiata, es asombrosa, cosa que es lo que a mí me parece verdaderamente asombroso: allí vive Dios y quizás por ello fue votado como el más importante edificio románico de España, por delante, incluso, de la catedral de Santiago, por cierto, otro “hallazgo” de los Reyes de León.
Una recomendación, si van háganlo con corrección, la forma de presentarse, aunque sea ante objetos inanimados, denota el respeto que nos inspiran, y éstos lo merecen en grado superlativo. Con las personas pasa lo mismo y encima son tan aviesas que perciben si no se llega a ese mínimo de respeto.