Me dio la noticia Arturo, el cura de San Salvador. Triste noticia para todos los bañezanos, en general y muy triste para mí, en particular, amigo Lolo, amigo ‘Friuras’. Nunca supe, ni falta que hace, el por qué de ese apodo. Porque frío, lo que se dice frío lo pasamos todos los chavales que nacimos en la guerra y en la posguerra.
Siempre te recordaré tras el mostrador de la farmacia de don Gonzalo. Atendiendo a la gente, sonriendo a todo y a todos. Eras el clásico mancebo que, casi con ver cómo despachabas, se aplicaba la fórmula de la purga Benito. A los dolores se le caían los palos del sombrajo y al Piramidón, los efectos secundarios.
Han pasado ya muchos días desde tu fallecimiento. Pero lo cierto es que he estado muy ocupado con médicos y enfermeras en la décima planta del hospital Princesa Sofía, tratando de curar este cáncer que me asusta cada poco. Sí, ya sé, que no tengo que asustarme, que de esto no me voy a morir. Así me lo dijiste uno de los últimos días de julio, cuando te enteraste por mí. “Yo también tuve cáncer, hace ocho años, y no pienso morir de eso”.
Por ello, cuando ahora me pongo a mandarte esta carta al cielo, sabes que llegará siempre a tiempo. Como las fotos (tu otra pasión de coleccionista) que me decías que te consiguiera. A veces, tardaban meses y meses. “Pero siempre llegan a tiempo”.
Eras ese amigo que siempre conseguías lo que te pedían. Nunca supe cómo lo conseguías. Pero al final, venías y lo entregabas con la cara de satisfacción del deber cumplido. Aunque no tenías ningún deber que cumplir. Sólo pasaba que eras amigo de todo el mundo.
Luego estaba lo de la música. “Mira, Polo, cómo me sangran las manos de los palillos”. Fuimos compañeros en una improvisada ‘banda’ de cornetas y tambores que prepararon los hermanos Toral (Claudio y Pito) para inaugurar la Procesión del Silencio de la Amargura. Fueron tus lecciones las que me metieron en mi mollera de iniciado los toques del tambor que me asignaron. Siempre solícito, siempre al quite para dar todo lo que sabías, que era mucho, y poder sacar adelante la iniciativa.
También me contó Arturo que tu última actividad fue el concierto de la Patrona. Marcando los compases con tu caja y tus palillos. Como siempre. Después llevaste a tu compañero del alma, Benigno ‘Tarines’, porque ya está mayor y volviste por tu mujer y tu hermana. Luego, como cada día, te quedaste mirando la televisión y así cumpliste el axioma con el que me habías animado unos días antes. “Estoy seguro que ni tú ni yo moriremos de cáncer”. Gracias, amigo ‘Friuras’. Tú siempre tenías razón.