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Francisco Carracedo, un concejal que dejó huella en la ciudad

● José Cruz Cabo ►Domingo, 30 de junio de 2013 a las 10:52 Comentarios desactivados


José Cruz Cabo

Aunque ya le conocía por verlo por nuestra ciudad y de acudir al bar que tuvo en lo que fue la Cafetería Odessa, ya que siendo joven aprendí a jugar al billar en su establecimiento, afición que luego perfeccioné en Acción Católica cuando estaba en los bajos de la Casa de Castor Soto -detrás de lo que fue Tejidos Eutimio y hoy Óptica La Bañeza-, empecé a tratar a Paco Carracedo en los años sesenta, cuando comencé a escribir cosas municipales, y él regentaba una tienda en la calle de Astorga en la que comenzaba a ofrecer distribuciones de bebidas, vino y refrescos.

Había sido nombrado concejal del ayuntamiento y era el primer teniente de alcalde, además de ser concejal de fiestas. Días antes de la primera vez que tenía la obligación de realizar las fiestas, fui a hacerle una entrevista, me acogió en el despacho que tenía detrás de la tienda y cuando le dije: “Señor Paco, quiero hacerle una entrevista para El Adelanto y el Diario de León”, y me contestó: “Vamos a ver Cruz, ¿tú no eres bañezano”?, “Sí señor”, “pues entonces, ¿por qué no me tratas de tú?, los bañezanos nos tratamos de tú”.

Era un apasionado de los toros y los años que estuvo de concejal de fiestas no podía faltar una corrida de toros o una buena novillada, además de la becerrada para los aficionados bañezanos. Un año El Cordobés y Palomo Linares estaban enfadados con los gestores de las grandes plazas de toros y Paco Carracedo no se anduvo con chiquitas y contrató a Palomo Linares para que toreara en la plaza portatil de la ciudad, que ese año se montó en donde hoy están las piscinas municipales.

La mañana en que llegó Palomo Linares a la ciudad me dijo. “Pepe, ya he hablado con el apoderado de Palomo Linares y puedes hacerle una entrevista, te espera Palomo en el Bar Pensión “El Candongo”, preguntas por él, y como estará descansando, ya ha dado órdenes de que te suban a su habitación”. Comenzaban las grabadoras, y con una de ellas me presenté allí, me subieron a su habitación y muy amable me cotestó a todo lo que le pregunté y me dieron dos entradas gratis para la corrida. Por la noche, cuando ya Palomo Linares había marchado de la ciudad, cojo la grabadora y resulta que no había grabado nada, lo que me impidió publicar un reportaje que hubiera salido en muchos periódicos, no solo provinciales sino nacionales.

Otro año trajo a Andrés Vázquez, a los hermanos Peralta, tenía una gran amistad con los que movían entonces el hilo de los toros en España, y durante su etapa nos regaló festejos taurinos de mucha calidad, que además la reseña salía en los periódicos nacionales como noticias de agencia. Las crónicas de todos esos festejos taurinos, están reflejados por mí, tanto en el Diario de León como en El Adelanto y en periódicos nacionales a través de la Agencia EFE, de la que yo era entonces corresponsal.

Fue también concejal de obras, y siempre fue una persona abierta, conciliadora, amable, y un tesoro para la prensa de aquella época, ya que se brindaba a dar noticias siempre que le eran requeridas y siempre con sencillez y amabilidad. En los plenos de la época, que entonces estaban presididos por el que fue gran procurador y alcalde Fidel Sarmiento Fidalgo, siempre buscaba la forma de acercar posturas, y cuando estalló el follón del famoso Plano de Urbanización para la ciudad buscó el acuerdo para que las aguas volvieran a su cauce y la normalidad y el entendimiento entre los bañezanos fuera la tónica que presidiera el devenir de los mismos y cesaran los enfrentamientos. Lo del Plano y la construcción de la Plaza de Abastos fueron los temas más discutidos de aquellos años.

Cuando dejó las labores municipales nuestra amistad ya estaba sellada y pude gozar de su simpatía, de su charla agradable y amistosa, y fue un amigo que eché de menos cuando los años y el trabajo incansable nos lo llevó para la eternidad. Era un hombre de una gran talla humana, de conversación agradable, amable y sencillo, que hacía que su charla girara siempre por la simpatía y el buen hunor sin dejar por ello de lado los quehaceres y trabajos que hubiera que hacer en cada momento, lo mismo para el beneficio de la ciudad, como para sus negocios personales. Fue todo un caballero y yo no podía dejar de hacerle una pequeña semblanza y recordarlo para la historia.

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