Después de un más que largo -reconozco que quizás excesivo- descanso vuelvo a esta Plaza Virtual para escribir sobre el carnaval, sobre nuestra fiesta a la que quedan apenas unas horas para poner el punto y seguido. Sí, es demasiado recurrente el tema y fácil de escoger ¿verdad? Pero, para qué vamos a hablar de sucesos más o menos desagradables, de la crisis económica o de los políticos si ya estamos el resto del año contando desgracias, historias financieras y asuntos municipales.
Hablemos, pues, de un carnaval que se hace en la factoría de la imaginación y donde el carnavalero más castizo está por encima de la lluvia, del frío y de un huracán que pueda amenazar la fiesta en la que todo se vuelve jaleo y cierto desenfreno, sin olvidar esa dosis de humor y de genialidad que hace a la cita bañezana ser diferente a todas las demás, hasta convertirse en un territorio de referencia para quienes gustan de sentir las sacudidas más variopintas de don Carnal.
Durante estos días -sin contar los años que quedan atrás- he escrito cientos de líneas sobre una mascarada que sigue sorprendiendo y que sigue ganando adeptos año tras año. Crónicas de los desfiles, previas de las actividades que se iban a desarrollar, reportajes sobre el gran espectáculo callejero del sábado por la mañana y algún que otro suelto para medios de fuera de nuestra provincia que se interesan por conocer y contar a sus lectores o espectadores qué es eso del ‘sentimiento carnavalero’ de La Bañeza del que tanto se habla y que muchos no conocen.
Y es que en estos días -a pesar del frío y de la crisis- nunca me ha faltado encontrar en las calles algo sorprendente para poder contar, a pesar de que más de uno apuesta por hacer un facsímil de la información publicada el año pasado pero añadiendo dos o tres ideas nuevas. ¿Será que el Carnaval de La Bañeza es diferente al resto de eventos o a la mascarada que hacen en las demás ciudades? La cuestión es que un disfraz, un grupo, un carnavalero de los que salen por libre o el mismo ambiente dan más de una razón para encontrar algo que se pueda contar a los demás; y si se ilustra con una, dos o un centenar de fotografías, incluso algún vídeo como ha hecho este periódico, el argumento de la monotonía queda más que desfasado.
Sorprende, y hay que molestarse por conservar esta cita, la fuerza que está cogiendo cada año el sábado por la mañana en el programa oficioso de los carnavales bañezanos y cómo son los aficionados los que construyen en las calles un parque temático de las carnestolendas más originales. Un espectáculo extraordinario que se hace sin un cinturón que ponga cota a la imaginación ni un altavoz que llame a los que fuera no sienten la verdadera fiesta, un acontecimiento que no entiende de formaciones ni de talonarios de cheques.
Supongo que algo parecido a lo que en su día fue la Noche Bruja y que en los últimos años se estaba convirtiendo en un desmadre bastante desagradable que, inevitablemente -y con bastante vergüenza, en muchos casos, en contra de lo que algunos piensen-, nos obligaba a los periódicos a hablar del Carnaval de La Bañeza colocando sobre la información un cintillo de sucesos. Afortunadamente, no sé si gracias a la crisis que no permite ciertos lujos, al impresionante frío, a que hubo muchísima menos gente que estos años de atrás o al excepcional dispositivo de seguridad colocado por la Policía Local, hay esperanzas de que la fiesta pueda recuperar una buena fama que nunca se debía haber ensuciado por culpa de apenas una docena de elementos que, para hacer el papelón que vienen a hacer a la Noche Bruja, no necesitan desplazarse hasta La Bañeza.