A veces pienso que los políticos creen que somos tontos y nos tratan como tales, con palabras vacías que pretenden capturar un voto en el que les va la vida y ponen todo su empeño. Creo que tanto a los políticos de altos vuelos, como a los de vuelo medio o bajo, lo que más les importa es convencernos -algunos casi a cualquier precio- de que votarlos a ellos será la mejor opción. Quizás, por eso sacan la artillería pesada aunque sepan de antemano cómo van a quedar las cosas…
Metidos de lleno en la campaña electoral –bastante poco necesaria en esta ocasión- ambos, y digo ambos porque no contemplo más opciones, a los sufridos votantes nos da la sensación de que hemos cambiado de país. Ya no es la crisis, el miedo al rescate ni los 5.000.000 de parados el mayor problema que nos acucia a los ciudadanos sino los resultados que arroje el próximo día 20 el cómputo total de las urnas de España. Increíble pero cierto. La gente rebuscando en la basura para sobrevivir y nosotros derrochando el dinero de esta forma.
Hoy el tema del día es el debate. Parece que toda España se paraliza porque dos candidatos a solucionarnos la vida se van a tirar los trastos a la cabeza en la mayoría de las televisiones públicas y privadas del país. Y es que algo así sucedió cuando España ganó el mundial el pasado año y yo no sé si catalogar este evento como “circo”, de forma despectiva, o si dejarme llevar por la mayoría y pensar que nos van a convencer de algo. El caso es en que este entretenimiento por el que han optado todas las cadenas nos cuesta la friolera de medio millón de euros –que no de pesetas que abultarían mucho más-.
Y acabará el debate entre los dos y, dependiendo de la cadena que veamos, sentiremos a uno de los dos como “ganador”. ¿Ganador de qué? Los distintos análisis que los expertos hagan a continuación servirán para tener un rato más entretenida a la audiencia y ¿conseguir algún voto? Yo siento ser agorera, pero creo que los españoles tenemos muy claro a quien no vamos a votar. No hace falta que los asesores políticos se estrujen los cerebros recomendando colores de trajes y corbatas, ni los diseñadores de carteles busquen una foto para dejar menos feo al candidato, ni los que se dedican a hacer esos vídeos insulsos y anticuados se pongan a pensar.
Es en estos momentos cuando hay que echar mano de esa célebre frase que los legajos atribuyen a Julio César en la que ya no caben elucubraciones: Alea jacta est. Sí, señores, la suerte está echada. Ni las promesas, ni los vídeos estúpidos, ni las palabras vacías lograrán convencer a quien tiene la última palabra y suele tener más cordura que todos los que se pasean por los decorados electorales, el mismo que tiene en sus manos la posibilidad de decidir el próximo día 20 el futuro de este país… el sufrido votante, ese al que todos quieren convencer, incluso con artimañas.
