El general López de Ochoa elogiaba el día 29 en su alocución en Astorga el alto espíritu demostrado por las tropas en los días de maniobras, resaltando “la inutilidad de las propagandas subversivas que solapadamente se intentaron hacer cerca de ellas”. El mismo general trasladaría después a Destriana “la satisfacción y el reconocimiento personal de las unidades que permanecieron en ese municipio”, y su gratitud a La Bañeza y al pueblo bañezano por su colaboración de aquellas fechas y por la buena acogida que se dispensó a los allí acantonados, a la que se responderá desde la novel alcaldía el 18 de octubre (calmadas ya las alteraciones del orden público que la revuelta socialista también por aquí había traído) indicándole que “el comportamiento de este vecindario no merece tan alto reconocimiento, pues no hizo más que cumplir con un deber de ciudadanía”.
El 30 de septiembre continuaban en Hinojo los aparatos de aviación que han venido a tomar parte en las maniobras militares, y se cuentan por millares las personas de La Bañeza y de los pueblos comarcanos que van a aquel lugar todos los días para verlos volar (informaba El Adelanto), y el 2 de octubre en Astorga sigue realizándose el embarque de las tropas, que prosiguen pasando por León de regreso a sus destinos, finalizadas ya las maniobras con toda normalidad. También para Madrid ha regresado el general López de Ochoa, acompañado del general de brigada Toribio Martínez Cabrera, el verdadero organizador desde su reciente puesto de director de la Escuela Superior de Guerra de aquellas maniobras militares (que serían la antesala de lo que hoy es el campo de tiro militar de El Teleno) precisamente en su cuna maragata, decisión que con la de llevar la carretera hasta su pueblo merecerá el agasajo de los prohombres del país y que lo reconozcan y lo nombren, pasados tantos años, Hijo Predilecto de la Región de Maragatería. Fueron las de 1934 las más grandes previas a la guerra civil, después de las del Pisuerga de octubre de 1932 (“que habían servido para comprobar la maniobrabilidad del Ejército en terreno llano y fangoso por la lluvia, mientras estas la evaluarían en un territorio escarpado, inhóspito, con escasas vías de comunicación y recursos, y rudimentarios modos de vida”, se indicaba en las Instrucciones que las preparan y desarrollan”) y las del Segre de 1933, y anteriores a las de Llano Amarillo, en Marruecos, de julio de 1936.
La normalidad referida había estado salpicada por algunos incidentes, como el sucedido el 1 de octubre cuando en el nacimiento de la carretera de Santa Colomba de Somoza una motocicleta perteneciente al 5º Grupo de Intendencia ocupada por un cabo y un teniente coronel de Estado Mayor de la Jefatura del Servicio de Arbitraje de las maniobras militares atropelló a un carro de bueyes, con el resultado de sufrir heridas los militares y el destrozo de los dos vehículos, o el que se dio al día siguiente en Foncebadón al arder diez pajares repletos de hierba y paja, “se cree que por la colilla arrojada por algún soldado de los que están de maniobras”.
También en La Bañeza llegaba en la misma fecha al juzgado de Instrucción la notificación sobre los hechos ocurridos entre un suboficial y el sereno Eugenio Blanco García, altercado en el que participarían además Arturo Agustín (Álvarez) del Álamo, casado, factor de la estación de La Bañeza, y Baldomero Lodeiro Sánchez, soldado de Ingenieros, dedicándose a cantar por la ciudad el 2 de octubre, después de finalizar las maniobras militares, por lo que los llamó al orden el sereno, al que lejos de obedecer maltrataron de palabra y de obra hasta el punto de verse este obligado a hacer uso de su arma disparando un tiro contra ellos (según la vista que contra ambos y por atentado a la autoridad se celebra ante el Tribunal de Urgencia de la Audiencia Provincial el 11 de noviembre de 1935, que los condena al pago de 15 pesetas de multa, habiéndose decretado por el juez de Instrucción la prisión incondicional de los dos el 13 de junio y el traslado del primero a la cárcel de León el 1 de octubre), y desde su alcaldía se enviaba el día 13 de octubre de 1934 a la Comisión de Indemnizaciones de Madrid y a la de Valladolid la relación de los daños causados por las tropas y ganados. Además, las estaciones de los Ferrocarriles del Norte y del Oeste se congestionaron por las maniobras militares, y la Federación Católica Agraria no podía servir en los primeros días de octubre abonos a sus sindicatos asociados y a los labradores que preparaban entonces las labores de la sementera.
Entre tal cantidad de tropas y pertrechos bélicos acumulados en aquel escenario alguno debió de perderse o despistarse, al menos así ocurriría en La Bañeza, pues del Parque de Intendencia de Valladolid solicitan a su alcaldía el 19 de octubre se les indique quién hizo entrega de 18 bultos que contenían 42 equipos de tiendas individuales de montaña, e insistían aún en ello el 20 de noviembre, aunque más azarosa y agitada habría de ser la trayectoria aquí del carro-cuba enviado el 19 de septiembre (uno de los flamantes auto-aljibes utilizados para el abastecimiento de aguas, un servicio que por primera vez se ensayaba, hermanado acaso con el vetusto y sufrido que apodaban “Nicolasa” de los detritus bañezanos) a juzgar por las requisitorias que a su cuenta al regidor se hacen: de Valladolid, de Intendencia, solicitan ya el 8 de octubre que se devuelva un carro-cuba que se halla en esta plaza; por su paradero se interesan el 23 desde la comandancia militar de Astorga (a cuyo jefe se comunica “hallarse en esta estación férrea”), insistiendo el 13 de noviembre, para terminar requiriendo el 6 de diciembre desde la Jefatura de Transportes Militares “que se envíe el carro-cuba y se indique el número de atalajes y cajas en la documentación”, lo que se haría al poco, remitiéndolo por fin (se dirá) a la sede en Burgos de aquella Jefatura, aunque no debió de ser así, pues todavía a la mitad de enero de 1935 de la Inspección General del Ejército pedirán datos sobre el famoso carro-cuba enviado desde Zaragoza, y se contestará por entonces al Jefe del Batallón de Caballería nº 7 de Salamanca que el tal aljibe móvil por el que se interesa “se halla en la estación de esta ciudad”, y al coronel Jefe de Estado Mayor de Madrid que el día 15 ha sido facturado (definitivamente, y con su equipamiento) al 7º de Zapadores, poniendo fin (suponemos) a sus enrevesadas peripecias.
En las inmediaciones de Astorga desarrollarían también en el otoño de 1935 las fuerzas de la Octava División su plan de maniobras y las Escuelas prácticas militares, y allí se volverán a concentrar entonces 4.000 hombres de 4 batallones de Infantería procedentes de los regimientos que guarnecen las plazas militares de La Coruña, Lugo, Ferrol y León, además de dos baterías de Artillería y una compañía de Intendencia, en unas operaciones desplegadas en los mismos emplazamientos que las del pasado año y que durarán del 14 al 30 de septiembre, dirigidas por el general que las comanda y bajo la inspección del general Manuel Goded, jefe de la 3ª Inspección del Ejército, que revistaría, acompañado del coronel del Regimiento Burgos 36, el Cuartel de Santocildes cumplimentado por el general Toribio Martínez Cabrera. El cuartel general de las maniobras militares, al mando del general Fernando Martínez Monje, se establecerá esta vez en el Hotel Moderno, y todas las tropas participantes en ellas se desplazan en tren, excepto el batallón de guarnición en León, que lo hará por carretera, dejando allí solamente las fuerzas indispensables para el servicio de la plaza.
Del libro LOS PROLEGÓMENOS DE LA TRAGEDIA (Historia menuda y minuciosa de las gentes de las Tierras Bañezanas -Valduerna, Valdería, Vegas del Tuerto y el Jamuz, La Cabrera, el Páramo y la Ribera del Órbigo- y de otras de la provincia, de 1808 a 1936), recientemente publicado en Ediciones del Lobo Sapiens) por José Cabañas González. (Más información en www.jiminiegos36.com)
Antiguo plano de maniobras en los Montes de León.