En los antecedentes del periodo republicano en nuestra tierra, prolegómeno a su vez de la tragedia desatada en el verano de 1936, vendrá a resultar sin duda oportuno referirse a una de las llamativas paradojas que luego en ella se darían: la de que algunos de los que por sus profesiones más llamados deberían de haber estado a preservar las vidas de sus semejantes, y además convecinos muchas veces, se dedicaran con cruel ahínco a arrebatárselas. Esto sucedió en ocasiones con sacerdotes y con médicos, y de unos y otros hubo casos cercanos en la comarca bañezana. También hubo de ellos quienes en nuestra tierra se mantuvieron, por encima y a la contra de lo que fue más habitual, en las coordenadas que la humanidad y la ética profesional les señalaban, y estos se hicieron más valiosos, si cabe, por lo escasos, alcanzando algunos incluso a ser víctimas también de la represión de los alzados.
Publicidad antigua del Sanatorio del Doctor Otero en La Bañeza.
Entre los profesionales de la medicina, de los últimos, hubo uno, Manuel María Díaz González, que fue bárbaramente asesinado en otra tierra, la suya, pero había pasado parte de su ejercicio por estas latitudes, en los pueblos del ayuntamiento de Villazala, donde fue conocido como “el médico de los pobres”, apelativo que pasados unos años darían de nuevo y también las gentes humildes de La Bañeza a otro galeno, Emilio Perandones Franco, barrido también, aquí en su caso, por la furia asesina de los cruzados victoriosos del 36. Un tercero y anterior médico favorecedor de los desfavorecidos, ferviente republicano también (formaba parte en 1886 del comité republicano de La Bañeza), había sido ya en la comarca Gaspar Yébenes Ruiz en los años a caballo de los dos siglos, y aún habría (al menos) un cuarto y posterior: Pedro Rodríguez Martínez (don Pedro, el oculista, nacido en La Bañeza en 1913), otro doctor que, ejerciendo de oftalmólogo en el sistema público de salud, en un gesto de generosidad no cobraba honorarios por la atención particular que prestaba en su consulta privada, dada la penosa situación económica de sus pacientes (al igual que ya había sido especialmente solidario con los necesitados de los pueblos en los que antes de 1943 había profesado de maestro, Villanueva de Jamuz después de San Esteban de Nogales.
Por lo que hace al doctor Gaspar Yebenes Ruiz, en 1873, cuando la Primera República española, el número de vecinos de La Bañeza era inferior a 800, y el de familias pobres en la villa de 160, que eran servidos por él como médico y como cirujano por Julián Pérez Valderrey. El semanario Eco Bañezano ocupa el 21 de marzo de 1909 su portada con la noticia del fallecimiento y sepelio del que había sido médico municipal de La Bañeza durante 47 años y de la Asociación de Socorros Mutuos La Caridad, y presidente de la Asociación de Médicos Titulares y de la Junta del Censo Electoral, víctima de contagio al practicar una operación quirúrgica a un afectado por enfermedad infecciosa de un pueblo vecino. Se glosa y alaba en la publicación su trayectoria de mártir de la ciencia y de galeno abnegado y talentoso, pródigo y dispuesto siempre a remediar caritativamente las carencias de los enfermos y menesterosos, lo que le había valido la general estima de todos sus convecinos, “cuatro mil almas que lo lloran con dolor” y en masa asisten a su entierro, y el apelativo de “médico de los pobres”, el mismo que unos años después se dará en nuestra tierra a otros dos galenos también solidarios y entregados a socorrer a los humildes. La corporación, de la que con el alcalde forman parte los señores Mata, Robustiano Pollán, Martínez, Marqués, Blas Cantón, García (Domiciano?), F. Casado, Román, Tomás Pérez García, y Valderas, hace constar en el acta del pleno del día 17 su pesar por el óbito y cubre interinamente su plaza con don Laureano Alonso González, subvencionando con 600 pesetas al Sanatorio Médico-Quirúrgico del doctor Otero -otro caritativo médico- (situado en las cercanías de la Iglesia del Salvador) “por el esmero con que está instalado y los generosos servicios que presta a numerosos vecinos de la ciudad”.
Del libro LOS PROLEGÓMENOS DE LA TRAGEDIA (Historia menuda y minuciosa de las gentes de las Tierras Bañezanas -Valduerna, Valdería, Vegas del Tuerto y el Jamuz, La Cabrera, el Páramo y la Ribera del Órbigo- y de otras de la provincia, de 1808 a 1936), recientemente publicado en Ediciones del Lobo Sapiens) por José Cabañas González. (Más información en www.jiminiegos36.com)