Cuando llega un nuevo año, una oleada de felicitaciones se pone en marcha temiendo que llegue el momento de las campanadas y pille a alguno despistado. Como copiar sabemos todos y pensar algunos menos; están a disposición del público en general –como dicen los folletos de las administraciones- una serie de dedicatorias más o menos acertadas que van de móvil en móvil mientras que contribuyen de forma notable a engrosar las arcas de las compañías telefónicas a unas velocidades de vértigo; con lo fácil que sería poner “Felices Fiestas” a secas y no pretender llamar la atención.
Es por falta de un repertorio acorde con la categoría del destinatario que la mayoría de la gente echa mano del catálogo de horteradas disfrazadas de buenos deseos para las fiestas navideñas, en general, disponibles en la red o recicladas de años anteriores. El caso es que, cada año, multitud de mensajitos cargados de todo tipo de bondades y cariños, aterrizan en las pantallas de los móviles creando expectación y competitividad en el círculo social, buscando el más tierno, original, llamativo, gracioso o soez.
Este año se colaba entre las susodichas felicitaciones una que hacía alusión a los tejemanejes del yerno real, mientras que una retahíla de satíricos piropos hacía un buen repaso por todos los miembros de tan destacada familia, insistiendo en lo que ahora mismo más preocupa a los españoles. O ese que aparece año tras año que dice que “si ves a un hombre gordo colarse por la chimenea, lo he mandado yo a buscarte porque te he pedido como regalo de Navidad…” De este no comento porque me puede faltar cortesía y sobrar adjetivos.
Yo suelo mandar un SMS a algunas personas, simplemente porque me apetece felicitar las fiestas a mis amigos y personas queridas y cada año elaboro una misiva propia, tierna y adecuada a la ocasión, evitando en lo posible caer en la ñoñez, pero al mismo tiempo haciendo que, quien lo reciba, note mi cariño al escribirlo. Escribo uno o dos mensajes para todos, pero poniendo algo de alma, no esa máquina de hacer dinero de las compañías que los distribuyen de forma “gratuita” a sus clientes con el fin de que de la vuelta al mundo y engorden las cuentas bancarias en una sola noche.
Sin embargo, este año, las grandes compañías se quejaban del descenso de los SMS en la Nochebuena y la Navidad. Tal vez sea por los efectos de la crisis que también se ceba en los buenos deseos para las personas queridas, mientras obliga a los usuarios a utilizar otros medios que ya los tienen incluidos en el precio. Posiblemente la historia se vuelva a repetir en la noche de fin de año y los mensajes cortos sean sustituidos por unas tarjetas navideñas con música y movimiento, que tampoco tienen desperdicio en el citado catálogo.